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28 oct 2012

Las 7 leyes del caos

@JAVIERARAGON - JAVIER ARAGÓN, EL domingo, 28 DE OCTUBRE DE 2012

¿Te sientes desbordado por la velocidad del cambio, por los incontables riesgos de la vida cotidiana? La vida entera es caos, y es bueno que así sea. Dos científicos proponen siete reglas para disfrutar el azar y lo imprevisible, y celebrar la magia de lo desconocido.


¿Has sentido alguna vez que tu vida se desarmaba completa, que todas tus estructuras cotidianas se sumergían en el descontrol? 


El abandono de una pareja, el súbito desempleo, la pérdida del hogar o cualquier otra experiencia traumática pueden ser detonantes de un periodo de turbulencias donde todas las certidumbres que nos proporcionan seguridad se desintegran. 

El pánico suele ganar nuestros corazones. A veces, hasta nos culpamos por la caída. En realidad, nada es seguro ni dura eternamente. Solamente la publicidad engañosa nos induce a creer que es posible amurallarnos contra los riesgos y las catástrofes repentinas. 

La teoría del caos, una nueva y deslumbrante formulación científica, arroja luz sobre estos temas. Si alguna vez te has sentido desbordado por lo que te rodea, aquí está la ciencia para descubrirte que la vida entera es caos, y es bueno que así sea.


Sigue leyendo:
►La ilusión del control
La verdad es que, más allá de periodos de relativa seguridad y estabilidad, nuestras vidas viven en el caos en forma permanente. Son tantos los factores que deciden nuestro destino, que pretender ponerlos bajo control es vanidad o pura ilusión. Por eso, en lugar de angustiarnos por lo imprevisible, es mejor disfrutar las posibilidades que nos brinda el azar de la vida.
Tras estudiar a fondo las leyes que rigen la naturaleza, John Briggs y David Peat escribieron hace ya una década “Las Siete Leyes del Caos”, un trabajo que proyecta sobre el orden social la nueva mirada de la ciencia sobre el universo. Propone aceptar el desorden de nuestras vidas, y pactar con el caos para convertirlo en una fuente de creatividad que nos haga más libres.
¿Qué es la teoría del caos? Comenzó con formulaciones matemáticas, se desarrolló con el estudio de las variaciones del clima, y en las últimas décadas se extendió a los más variados planos del pensamiento social y científico.
El caos se concentra en la interconexión que existe entre acontecimientos aparentemente aislados, en los modelos ocultos, en los matices, en la “sensibilidad” de las cosas, y en las reglas de cómo lo impredecible conduce a lo nuevo.
La teoría del caos muestra más humildad que la ciencia tradicional: tiene que ver más con lo que no sabemos, con la celebración de la magia y el misterio. El caos es al mismo tiempo, nacimiento y muerte, destrucción y creación. Habla de cómo, sobre la base de sistemas estables, se construye la inestabilidad y la futura aparición de formas de organización diferentes. Describe cómo cada pequeño cambio introducido en un sistema abierto tiene una respuesta que encierra la continuidad, metamorfosis o muerte futura del sistema. Y todos somos sistemas abiertos.
¿Cómo pueden aplicarse estos conceptos al análisis de nuestra vida personal?
►Metáfora del arroyo
Piensa en un arroyo de montaña. Es arroyo antiguo, pero al mismo tiempo, es diferente en cada estación: apenas un hilo de agua en verano, más caudaloso en invierno. Es el mismo arroyo desde hace siglos, pero al mismo tiempo es diferente cada día: el color del agua varía por la luz del sol, por las materias que transporta, por la cantidad de organismos que alberga.
Siéntate a su vera en un sector estrecho, y sumerge tus pies en el flujo cristalino. La corriente comenzará a rodear tus pies y comenzará a fluir por los lados. Halla un sector poco profundo y coloca varias piedras que obstaculicen la corriente. Pronto el agua hallará grietas para escurrirse, o tal vez no, y se convierta en un pequeño estanque que atraerá la visita de los moradores de la zona.
Porque el arroyo no está solo, forma parte de un complejo ecosistema: los glaciares de la montaña que lo nutren, la miríada de animales y plantas que beben de sus aguas, el clima con sus alteraciones y la tierra con todos sus sustratos. Es un sistema abierto: necesita de una continua alimentación de energía, es modificado por agentes externos, forma parte de una compleja red.
El arroyo es una metáfora de nosotros mismos: es al mismo tiempo estable y cambiante, sus aguas se renuevan constantemente y responde al entorno adaptándose de la mejor manera. De la misma manera, todos nosotros somos un cuerpo cuyas células se renuevan permanentemente, respondemos a los estímulos exteriores, y en definitiva somos la misma persona de hace 10 años, pero también una nueva persona cada día.
Al igual que el arroyo, cada uno de nosotros no está solo: estamos conectados con la naturaleza, y formamos parte de una red de relaciones sociales y familiares. Vivimos dentro de movimientos que nos afectan y afectan a los demás, creando movilidad y caos en diferentes niveles.
►Una nueva experiencia del mundo
“Si sabemos apreciar el caos –dicen Briggs and Peat- podemos comenzar a ver el mundo como un flujo de modelos animados con giros animados, espejos extraños, sutiles y sorprendentes relaciones, además de la sorprendente fascinación de lo desconocido”.
La teoría del caos ha tenido tal impacto que se aplica en variados órdenes de la vida: en las artes, la cultura y la economía. Se ha convertido en una metáfora cultural.
En la serie que comenzamos hoy, repasaremos las siete leyes del caos propuestas por Briggs & Peat. No son formas de comportamiento o directrices sobre cómo hay que pensar. Son siete “provocaciones, entradas en una nueva experiencia del mundo”.
La Ley del Vórtice 
Los momentos de caos e incertidumbre son oportunidades para mejorar nuestras vidas. Ser creativo implica abandonar las estructuras comúnmente conocidas para alcanzar una reorganización.
 “Soltar todo y largarse, qué maravilla”. Silvio Rodríguez
¿Has experimentado cómo, casi por arte de magia, las crisis encuentran salidas inesperadas y superadoras?
El abandono de una pareja, el súbito desempleo, la pérdida del hogar o cualquier otra experiencia traumática pueden ser detonantes de un periodo de turbulencias donde todas las certidumbres que nos proporcionan seguridad se desintegran. El pánico gana nuestros corazones. Las estructuras se desploman, el caos nos envuelve.
Sin embargo, al cabo de un tiempo surge un nuevo modelo, una nueva forma se corporiza. La tormenta fue la oportunidad para un proceso de limpieza y crecimiento:
- “Me echaron del trabajo, y ante la desesperación de no hallar empleo, comencé mi propio negocio. Hoy me va tan bien que agradezco que me hayan despedido”.
- “Mi marido me abandonó sola con los chicos. Sufrí mucho, pero recuperé una relación maravillosa con mis hijos, que había descuidado en mi afán por retener a un hombre”.
Obsesionados por el control y cegados por la aparente seguridad de los órdenes cerrados, a menudo los humanos perdemos de vista las posibilidades que nos brindan la ambigüedad, el riesgo y el desorden propio de los momentos de crisis.
Krishnamurti sostuvo que en los momentos de gran incertidumbre, se produce una profunda apreciación creativa de la vida, y que esos momentos existen cada día. A cada momento tenemos la oportunidad de morir psicológicamente, abandonar hábitos mecánicos, prejuicios y creencias, y volver a nacer con una nueva percepción del mundo.
En el marco de la Teoría del Caos, la Ley del Vórtice nos habla de la creatividad de la naturaleza como un fenómeno de autoorganización. Es el mágico proceso por el cual el caos alumbra una forma, y surge orden del desorden.
Los vórtices son habituales en la naturaleza. Son el centro de los torbellinos, el punto alrededor del cual gira materia en un equilibrio dinámico. Son vórtices la mancha roja de Júpiter, el ojo de un huracán y el centro del remolino en un arroyo. Surgen de una zona caótica donde hay áreas moviéndose a diferentes velocidades, circuitos de retroalimentación y fuerzas contrapuestas. De esa turbulencia caótica surgen formas autoorganizadas, sistemas que se regulan a sí mismos.
Cada vórtice tiene una forma definida, pero está compuesto en realidad por el material que lo atraviesa. Es un sistema abierto de increíble complejidad.
Todos somos creativos
Somos parte de un mundo donde la materia se autoorganiza. El caos es la creatividad de la naturaleza. Muchas de las formas que vemos a diario son ejemplos de autoorganización: desde una bandada de pájaros hasta las formas que asume el agua al hervir en una olla.
Igual que los vórtices, nosotros estamos compuestos por los materiales que nos atraviesan y fluyen a través de nosotros. Somos lo que comemos, lo que respiramos y lo que experimentamos cada día. Nuestros cuerpos están invadidos por sistemas abiertos que permiten una respuesta creativa constante a los cambios ambientales. Por ejemplo, “nuestro cerebro se reorganiza al cambiar su sutil capacidad de conexión con cada acto de percepción”.
La Ley del Vórtice nos invita a pensar en los momentos de caos e incertidumbre como oportunidades creativas para mejorar nuestras vidas. Nuestros pensamientos están diseñados para mantenernos, esencialmente, en el lugar que conocemos, y así la sociedad se mantiene estable. Ciertos anclajes son necesarios, pero pueden ser terriblemente constrictivos si pensamos que son todo lo que la vida tiene para nosotros. Ir más allá de estas “zonas de confort” nos permite crecer y desarrollarnos.
Ser creativo implica darle la bienvenida a las catástrofes que nos hacen abandonar las estructuras comúnmente conocidas para alcanzar una reorganización creativa. Así como la psicoterapia invita al paciente a hacer asociaciones libres para entrar en contacto con el material caótico del subconsciente, explorar la incertidumbre implicar permitir que nuestras convicciones y construcciones mentales desaparezcan o se transformen.
Cuando le damos la bienvenida al desorden y la ambigüedad, experimentamos lo que los artistas de todos los tiempos viven en sus momentos creativos, y vemos cómo del caos surge algo nuevo.
Al contrario de que comúnmente se piensa, todos podemos ser creativos, no sólo los poetas y los locos. El psiquiatra David Sheiberg sostiene que los trastornos mentales, que se aparecen ante el ciudadano común como un rasgo caótico, son todo lo contrario: la mente se vuelve cerrada y rígida, impidiendo respuestas abiertas y creativas.
En busca de la verdad
Explorar la incertidumbre es ir en busca de la verdad. Krishnamurti descubrió a la verdad del siguiente modo: “La verdad no es un punto fijo. No es estática, no puede medirse con palabras. No es un concepto, una idea que pueda adquirirse. Cada uno debe hallarla a partir de las condiciones de su propia y única vida”.
Captar la verdad fue el deseo del pintor Paul Cezanne. Se afanó por plasmar en sus lienzos la  verdad de lo que veía delante de sus ojos. Pero su técnica incluía mover ligeramente la cabeza ante su motivo, y de esa manera cambiar totalmente la escena. Cada cambio de perspectiva, por ligero que fuera, ponía en duda lo pintado anteriormente. Las pinturas de Cezanne son, en consecuencia, series de puntos de bifurcación de visión, lo que se ha dado en llamar “la duda de Cezanne”.
Cada momento de nuestras vidas es un punto de bifurcación. Tomamos por una calle, o por otra. Escogemos una entre diferentes opciones. Decimos que sí o que no a distintas ofertas, a menudo a partir de fórmulas fijas, infinitamente repetidas y que nos conducen por caminos rígidos y rutinarios.
La Ley del Vórtice nos anima a entrar en contacto con un movimiento de la verdad que cuestiona constantemente lo que vemos y pensamos sobre el mundo, que cambia la perspectiva de visión, abandona hábitos mecánicos, explora la incertidumbre y sacrifica lo que es familiar.
“La verdad y el caos están unidos. Vivir con dudas creativas significa entrar en el caos para describir que la verdad no puede medirse con palabras”.

EFECTO MARIPOSA :: El poder de la influencia sutil

Todos somos agentes de cambio, dice la segunda ley. Frente al poder de los poderosos, podemos enarbolar el poder de los impotentes, y cultivar nuestra habilidad para influir positivamente en el mundo.
La más popular de las leyes del caos, el “Efecto Mariposa”, habla del poder de pequeños eventos, de la influencia sutil que un detalle puede tener sobre nuestras vidas y las de los demás. El Efecto Mariposa nos dice que todos tenemos poder, que cada uno de nosotros tiene influencia sobre el mundo y que la fuerza de muchos aleteos es más importante que cualquier poder individual.
John Briggs & David Peat, en “Las Siete Leyes del Caos”, explican la segunda ley del caos partiendo del trabajo de uno de los fundadores de la teoría: el meteorólogo Edward Lorenz.
►Los algoritmos del clima
Lorenz estaba trabajando en un modelo simple de predicción atmosférica, basado en sólo tres datos: la velocidad del viento, la presión del aire y la temperatura. El científico venía realizando un cálculo matemático larguísimo, y como en aquellas épocas no existían los potentes ordenadores de hoy, decidió simplificar la cuenta y empleó sólo tres decimales en lugar de seis. Pensó que este cambio sólo afectaría los resultados en una escala menor. Sin embargo, lo sorprendió la poca semejanza de esta predicción atmosférica con la anterior, en la que había usado seis decimales. Dedujo entonces algo que lo condujo a ser uno de los fundadores de la teoría: una pequeña variante en uno de los datos, combinada y retroalimentada con otras, provocaba grandes cambios en el resultado final. Lorenz retomó entonces un viejo proverbio chino y se preguntó: “¿Puede el aleteo de una mariposa en Brasil desencadenar un tornado en Texas?”
El clima es un sistema no lineal, donde diminutas influencias, a partir de procesos de realimentación positiva o negativa, pueden actuar de modo de transformar todo el sistema. Por ese motivo las predicciones meteorológicas son tan difíciles a largo plazo, e incluso fracasan a menudo en el corto plazo.
La mayor parte de nuestro mundo es un sistema no lineal. Si miramos bien, podemos ver “Efectos Mariposa” en todas partes: una frase enciende un haz de neuronas y da lugar a una brillante idea; un rumor termina empujando la caída de la bolsa; la acumulación de agravios provoca la reacción de un prisionero y comienza un motín carcelario…
“Los humanos pueden seguir abrigando sus sueños de control…”, dicen Briggs & Peat. “Pero la teoría del caos nos enseña que la mayoría de los sistemas están ligados a innumerables mariposas de muchas variedades sutiles e infinitos colores. Tanto en la naturaleza, como en la sociedad y en la vida cotidiana, el caos gobierna a través del efecto mariposa”.
►El poder de los impotentes
¿Sientes que tu vida está dominada por fuerzas impersonales e incontrolables a tu alrededor? Frecuentemente nos sentimos impotentes frente a las corporaciones, la burocracia o los designios de individuos poderosos. Una respuesta usual ante los atropellos es tratar de participar del poder: hacer amistad con los que mandan, trabajar para grandes empresas o acumular poder personal aplastando cabezas ajenas.
La teoría del caos nos da otra respuesta. Dice que nadie en realidad puede controlar en forma exclusiva los sistemas complejos que forman nuestro mundo. Esto es evidente si reparamos en que los vencedores de hoy son los perdedores de mañana, que todos los que intentan deglutir a sus semejantes acaban siendo deglutidos, que hasta la más brillante de las carreras políticas termina en fracaso.
Frente al poder de los poderosos, podemos enarbolar el poder de los impotentes. No tenemos el poder de los controladores, pero tenemos el poder de la influencia sutil.
¿Qué es la influencia sutil? Es lo que cada uno de nosotros afirma, para bien o para mal, por su forma de ser. Si frente a un jefe ineficiente nos comportamos como alcahuetes incondicionales, esto tiene un impacto en nosotros y en los demás. Si somos genuinamente honestos, críticos y propositivos a la vez, también.
La influencia sutil respecto del poder nos dice que todos somos agentes de cambio. Por poco que hagamos o dejemos de hacer, contribuimos decisivamente a que las cosas sean como son, o dejen de serlo.
►La paradoja del caos
Hace unas cuantas décadas, Rosa Parks, una mujer de color, se negó a cederle el asiento a una mujer blanca en un autobús de Memphis, tal cual establecían las leyes racistas imperantes en EE.UU. en la época. Ese mínimo gesto provocó un incidente que, realimentado por el malhumor social de la minoría negra por el apartheid, devino en masivas protestas y en el inicio de un formidable movimiento social. Pocos años después, con Martin Luther King a la cabeza, lo que comenzó como una discusión en un autobús terminó con la abolición de las leyes racistas.
El poder de la impotencia va de la mano con una humildad básica, en la que nos damos cuenta de que la clave para el cambio no radica tanto en acciones individuales, como en el modo en que interactúan diferentes factores. Frente a los sistemas rígidos del poder, podemos actuar halagando a los amos, con respuestas automáticas y frases vacías, o en cambio cultivar nuestra habilidad para influir sutil y positivamente en nuestra vida o la de las demás.
Como demuestran tantos ejemplos similares al de Rosa Parks, las consecuencias de un acto individual en la sociedad son difíciles de predecir. Nuestras acciones pueden perderse en el caos, o realimentarse con otras similares, amplificarse y provocar un cambio, grande o pequeño. No podemos saber qué efecto tendrá nuestra conducta, ni cuándo ni cómo. Lo importante es vivir en la verdad, sabiendo que el mundo fluye permanentemente, que cualquier contexto puede cambiar y de hecho, cambiará.
La paradoja del caos reside en que el cambio no lo provoca una persona, sino la interrelación y retroalimentación de numerosos factores. Y que un solo individuo, o un pequeño grupo de individuos, con un gesto mínimo, pueden desencadenar un proceso grandioso e influir profundamente en todo el mundo.
Un efecto de película
El “Efecto Mariposa” tiene una frecuente aplicación en el cine y la literatura.
En Dos vidas en un instante (1998) una muchacha despedida de su empleo llega a tiempo para tomar el metro, conoce a James, un hombre encantador, y vuelve a su casa a tiempo para hallar a su novio en pleno acto amoroso con una ex novia. Entonces, abandona el hogar e inicia una relación con James que tendrá una positiva influencia en su vida. En una segunda posible derivación de la historia, la muchacha no llega a tiempo para tomar el Metro, le roban la cartera y la golpean, nunca descubre el affaire de su novio y en su vida se suceden diferentes penurias. Todo porque la puerta del Metro se cierra unos segundos antes.
Butterfly Effect (2004) cuenta la historia de un joven que vuelve al pasado para cambiar ciertos hechos que afectaron negativamente a una amiga. Pero cuando interviene en la historia, no sólo cambia el destino de su amiga, sino también el de otros seres queridos. Volverá a intervenir, pero cada vez los dados del destino le jugarán una mala pasada.
LEY DE LA RENOVACIÓN COLECTIVA :: La magia de la autoorganización

EEERn el caos los individuos son parte indivisible del todo, y la tendencia a interactuar es algo profundamente inherente a su naturaleza. La tercera ley nos enseña a seguir la corriente, abrazar la diversidad e integrarnos en el flujo de la autoorganización.
La tercera ley del caos nos habla sobre los procesos de autoorganización que gobiernan innumerables fenómenos de la vida. La Ley de la Renovación Colectiva aborda por qué, sin necesidad de directivas centrales ni cadena de mandos, un número de agentes colaboran y ciertas cosas ocurren como por arte de magia.
La tercera ley del caos nos enseña a seguir la corriente de la cooperación, abrazar la diversidad e integrarnos en el flujo espontáneo de la autoorganización, desconfiando del aislamiento, la competencia feroz y los órdenes cerrados de la sociedad industrial.
Incendio en la playa
La última tarde de 2009, en una playa de Nayarit, sucedió la siguiente historia. En un campamento que reunía a unas cuarenta personas apareció una pareja de extranjeros para dar la voz de alarma por un enorme árbol que había comenzado a incendiarse a unos trescientos metros del lugar. Varios fueron a observar lo que sucedía. El evento era preocupante: a espaldas del árbol se encontraban la montaña y el bosque que circundaba la playa, y el fuego podía propagarse rápidamente por toda el área. Alguien telefoneó a Protección Civil, y dio datos precisos sobre la ubicación del incendio, pero los bomberos nunca llegaron.
Por suerte un pequeño grupo, armado con dos baldes, empezó a recoger agua del mar para arrojarla sobre el árbol. El ejemplar medía unos 25 metros, y la tarea parecía imposible, ya que el fuego había tomado la parte superior, adonde los baldazos no llegaban. Entonces alguien tuvo la idea de subir la pendiente montañosa que se erguía a espaldas del árbol, y comenzar a arrojar el agua desde allí. Con la ayuda de una cadena humana para transportar los baldes, el sistema comenzó a funcionar.
La presencia del primer grupo y el humo cada vez más visible atrajeron rápidamente a muchos otros. En pocos minutos una verdadera muchedumbre se pasaba los baldes de mano en mano para acelerar el proceso. Alguien trajo más baldes y una soga. De pronto niños, jóvenes y viejos, amigos y perfectos desconocidos, gente de diversas procedencias y que hablaba diferentes lenguas, se encontraban espontáneamente imbricados en la tarea. Al cabo de media hora el peligro fue conjurado y todos estallaron en un aplauso, súbitamente mancomunados por el combate victorioso.
La corriente de la autoorganización
Según la teoría del caos, el operativo para apagar el incendio en la playa fue un típico ejemplo de autoorganización. Comenzó a partir de la noticia portada por los extranjeros, que llevó a varios curiosos a caminar trescientos metros para verificarla. Los primeros dos o tres que comenzaron a arrojar baldes de agua sobre el árbol incendiado fueron un punto de bifurcación. La retroalimentación entre los primeros y los que se sumaron luego en la cadena de baldes, terminó de constituir un sistema que logró que el trabajo se hiciera. No hubo cadena de mandos, nadie dio órdenes ni planificó un esquema de trabajo previo.
La autoorganización social y la creatividad colectiva se dan así, espontáneamente en circunstancias muy diversas: un trabajo comunitario, un accidente en la vía pública, o cualquier evento colectivo donde aflora una necesidad. La gente empieza a unirse, a echar una mano, y las cosas se hacen.
Internet es otro ejemplo de autoorganización. Nadie controla la red, pero un sinfín de cosas sucede en ella. Las grandes organizaciones comerciales, jerárquicamente estructuradas, se han visto frustradas para moverse en la red según los rígidos mecanismos del beneficio. Cualquiera que navega por la red sabe que todo lo que hacen, simplemente sucede. Hay un orden, pero es caótico.
La cadena de trabajo espontánea de la playa y la nueva comunidad cibernética son ejemplos de organizaciones sociales radicalmente diferentes a la forma predominante en la moderna sociedad industrial.
Competencia vs cooperación
Desde la perspectiva del caos, toda la actividad en la naturaleza y en la sociedad es una actividad colectiva. En el caos, los individuos son parte indivisible del todo, y la tendencia a interactuar y autoorganizarse es algo profundamente inherente a su naturaleza.
La autoorganización crea formas muy adaptables y resistentes. Un buen ejemplo es el sistema de distribución de alimentos en una gran ciudad moderna, donde millones de agentes –empresarios, trabajadores, transportistas, autoridades, etc- participan en un esquema que ofrece a los ciudadanos todo tipo de productos comestibles las 24 horas del día. Cuando los gobiernos comunistas intentaron reproducir esto mediante planes quinquenales, presupuestos fijos y control central de los puestos de trabajos, el resultado fue escasez y desabastecimiento.
Los defensores del capitalismo pueden decir que el libre mercado es el responsable de que las cosas funcionen bien. Sin embargo, para la teoría del caos este ejemplo se explica de una forma muy distinta.
La ideología capitalista se basa en el esquema darwiniano de la lucha por la supervivencia donde la competencia es la principal fuerza que dirige la relación del individuo con el grupo. Según la teoría de la selección natural, la competencia, la jerarquía y el poder de dominación son la clave para la supervivencia.
El caos ha cambiado la perspectiva, mostrándonos que en realidad la biología está llena de “coevolución” -las especies, los individuos y el ambiente evolucionan en forma complementaria- y que la ”cooperación” tiene un impacto bastante más significativo que la competencia. La competencia es una idea limitada que no aprecia lo suficiente la profunda creatividad de la naturaleza, donde las relaciones de competencia se pueden convertir en relaciones de cooperación, y viceversa.
Para la creatividad caótica, la diversidad y la colaboración es lo más importante. Cuando los distintos individuos se agrupan tienen un tremendo potencial creativo. Se pierden ciertos grados de libertad, pero se descubren otros nuevos, y emerge una nueva forma de inteligencia colectiva.
El credo de la sociedad industrial
Nuestra moderna sociedad no se parece en nada a las formas autoorganizadas del caos. Adoramos el poder y creemos que es esencial para la supervivencia. Vemos el mundo en términos de ganadores y perdedores, nos sometemos a las órdenes jerárquicas y aceptamos la idea de que los que están arriba son mejores que los que están abajo. Nos reunimos en grupos y órganos sociales que se resisten a la diversidad y que operan como entidades cerradas en lucha feroz unas con otras.
Desde la perspectiva del caos, el problema es que los seres humanos nos hemos impuesto ideologías de poder, competencia y jerarquías por encima de nuestra tendencia natural a la actividad creadora colectiva. Los individuos nos sentimos partículas separadas, y damos por sentado que las acciones del conjunto deben ser coordinadas por esas estructuras externas. ¿Qué pasaría si dejáramos que la autoorganización cree nuestras comunidades, y forjáramos nuestras soluciones en el caos creativo?
LEY DE LO SIMPLE Y LO COMPLEJO :: El laberinto de los espejos

Lo simple y lo complejo son reflejos lo uno de lo otro, dice la cuarta ley del caos. No están presentes en los propios objetos, sino en la forma que interactúan entre sí. Una invitación a aplicar el arte de la simplicidad y la paradoja de la complejidad para acercarnos a la fuente de la vida.

El arte de la naturaleza. Los fractales son las figuras de infinita complejidad y diversidad que se producen a partir de una operación matemática simple.

¿La vida es simple o compleja? La teoría del caos dice que puede ser ambas cosas a la vez, y al mismo tiempo.

¿Te sientes agobiado por la complejidad del día a día, imposibilitado de tomar decisiones en tantos campos diferentes? No estás solo: todos vivimos atrapados en un laberinto de posibilidades alternativas. La cuarta ley del caos, la Ley de lo Simple y lo Complejo según la denominaron John Briggs & David Peat, invita a descubrir la salida aceptando la danza dinámica del caos entre la simplicidad y la complejidad.

►La paradoja de los opuestos:

Lo simple y lo complejo son reflejos lo uno de lo otro. Son como el antiguo dios Jano, que era representado con dos caras inseparables mirando en direcciones opuestas.

La paradoja, una afirmación sencilla que despierta complejas resonancias en la mente, es un buen ejemplo de la unidad de los contrarios que existe entre lo simple y lo complejo. Una paradoja taoísta habla de un maestro que sueña que es mariposa, y luego piensa si acaso él no será una mariposa que sueña que es hombre.

Los fractales son otro buen ejemplo de la paradoja simplicidad - complejidad. Los fractales se encuentra originariamente en la naturaleza: son los dibujos infinitamente complejos que forman las costas de los ríos, las nubes en el cielo o las ramas de los árboles. La imagen que ilustra esta página es un fractal producido matemáticamente por un ordenador. Lo sorprendente es que su detallada complejidad se produce a partir de una regla matemática simple: el resultado del primer ciclo es el valor inicial del siguiente. Esta regla, repetida una y otra vez, genera esos dibujos de indescriptible belleza y variaciones interminables que se parecen tanto a las formas que vemos en la naturaleza.

Las observaciones de la materia en un laboratorio muestran más ejemplos de la paradoja simplicidad – complejidad. Metales que tienen una apariencia externa sólida y uniforme, observados a nivel microscópico, muestran a sus electrones colisionando unos con otros en forma caótica. Según el nivel de observación, podemos ver orden o caos.

Millones de individuos, cada cual único y diferente, moviéndose caóticamente según sus elecciones y necesidades, pueden producir una sociedad coherente. La sociedad humana es una forma relativamente simple que emerge de las contribuciones complejas de sus miembros. Y viceversa.

Cuando las interacciones, las repeticiones y la retroalimentación están en funcionamiento, la simplicidad y la complejidad se transforman constantemente la una en la otra. Cuando simplicidad y complejidad se alternan, aparece lo que los científicos llaman intermitencia. Son estallidos de caos dentro del orden, o a la inversa. Una conducta regular se altera, o un ciclo caótico se normaliza.

Muchas sociedades conceden un papel explícito a la intermitencia, bajo el nombre de carnaval, de fiesta, de caos creativo. Es un tiempo para bailar, encender hogueras y romper las reglas.  Tales estallidos permiten que el buen orden de la sociedad continúe prevaleciendo el resto del año.

Del mismo modo, a veces el caos irrumpe en nuestras vidas para promover una transformación. Un acto irracional, un sueño impactante o una coincidencia desafortunada desafían el orden normal de nuestras vidas, exigiéndonos más atención a los matices y a los modelos sutiles. Una enfermedad inesperada o un hijo que se mete en problemas pueden tener el efecto de unir a una familia. El estrés excesivo es causa de enfermedades, pero un poco de estrés es necesario para que el sistema inmunológico funcione de manera eficiente.

►El laberinto de los espejos:

La paradoja del caos nos dice que cuando la vida es más compleja, una solución simple parece esperarnos a la vuelta de la esquina. Y cuando las cosas nos parecen simples, debemos estar prevenidos de la complejidad que acecha. La complejidad y la simplicidad no están presentes en los propios objetos, sino en la forma que interactúan entre sí y nosotros con ellos, y en el nivel de observación donde nos ubicamos.

Un protozoo, para un ser humano, es inicialmente algo muy simple. Pero el biólogo Lewis Thomas dice que si todos los laboratorios y superordenadores del mundo se concentraran en tratar de comprender un único protozoo, pronto nos daríamos cuenta que no podemos llegar a saber lo suficiente acerca de él. Lo simple se vuelve complejo cuando accedemos a más detalles. Como todo está interconectado, comprender al protozoo requeriría comprender toda la historia de la evolución y la dinámica de su entorno.

Lo que es verdad acerca de los protozoos es verdad para nosotros mismos. Conocerse a uno mismo requeriría comprender el Universo. Cuanto más exploramos nuestro “yo”, más hallamos sus interconexiones con el resto del mundo. Buda se pregunta si nuestro ego reside en nuestras sensaciones, en la forma del cuerpo y del cerebro, o en una cadena de causas y efectos, acciones y reacciones. Cuanto más buscamos ese yo, ese simple y esencial yo, se desvanece como entidad independiente y se convierte en un reflejo, un espejo del mundo.

Lo que es verdad acerca de nosotros mismos es verdad para los demás. Tendemos a etiquetar y estereotipar individuos y grupos con imprudente facilidad. Simplificar nos hace la vida más fácil, pero también perder el contacto con la realidad. Construimos categorías mentales que nos hacen perder el gusto por los detalles y las sutilezas que nos depara la aventura diaria de tratar a otras personas. En realidad, quien simplifica a los demás se simplifica a sí mismo.

Otra fuente de angustia y confusión es parcelar el mundo en dualidades. Esperamos que las cosas sean simples o complejas. Nos entrenamos para distinguir entre el bien y el mal, entre cuerpo y mente, entre el creacionismo y el Big Bang, entre el orden y el caos. ¿Qué ocurre si cada uno de estos polos contiene al otro?

El caos nos invita a superar las dualidades, los prejuicios y los estereotipos a través de la ironía, la metáfora y el humor. El arte y la música son otras formas ricas y antiguas para escapar del abrazo del dualismo. Aplicando el arte de la simplicidad y la paradoja de la complejidad podemos acercarnos a la fuente de la vida que fluye más allá de nuestras abstracciones.

El arte de la naturaleza. Los fractales son las figuras de infinita complejidad y diversidad que se producen a partir de una operación matemática simple.

LEY DE LOS FRACTALES :: El arte del mundo en acción

La quinta ley del caos nos anima a cultivar un sentimiento de solidaridad con toda la creación, encontrando las semejanzas que tienen nuestros cuerpos con la naturaleza. Somos al mismo tiempo el centro del universo y participantes periféricos en modelos inmensos.

La autosemejanza en los rostros de un chimpanché y de un hombre anónimo: ¿Qué rasgos comunes podemos ver?


La Ley de los Fractales, quinta ley del caos, es una invitación a admirar el arte espontáneo de la naturaleza, los dibujos que forman la materia y todas las criaturas vivientes, y maravillarnos encontrando sus semejanzas entre sí y con nosotros mismos.
La estética fractal nos anima a encontrar las semejanzas que tienen nuestros cuerpos con el cosmos en lugar de concentrarnos en las diferencias. La ley cultiva un sentimiento de solidaridad con toda la creación, y nos anima a “sentirnos en casa dentro del universo”, explorando las ricas ambigüedades de las conexiones metafóricas entre nosotros y el mundo, en lugar de permanecer anclados en las abstracciones que nos separan de él.
►La creatividad de la autosemejanza
Somos formas surgidas de la naturaleza. En las primeras semanas después de la concepción, un feto pasa sucesivamente por diferentes etapas en las que asume formas que recuerdan a un pescado, a los anfibios y a otros mamíferos, lo que le supone atravesar por una microhistoria de la evolución hasta que encuentra su propia forma y su propio rostro.
La Ley de los Fractales habla de cómo surgen estas formas, y las infinitas y variadas figuras que pueblan nuestro mundo.
¿Qué son los fractales? Son modelos que vemos por todas partes. Las hojas de un árbol, cada rostro humano y los vasos capilares son fractales naturales. Son los modelos recurrentes e incesantes de la naturaleza, las formas repetitivas que crea la erosión del agua contra las rocas, las nubes en el cielo y el diseño único y efímero de un copo de nieve.
Fractal es el nombre científico de estos “dibujos”. El nombre fue acuñado por el matemático Benoit Mandelbrot, y tiene amplio uso en la teoría del caos para designar a las huellas, marcas y formas creadas por la acción de sistemas dinámicos caóticos. Las imágenes que ilustran esta página son fractales matemáticos creados por ordenador a través de un logaritmo. Su detallada complejidad se produce a partir de una regla matemática simple: cada dibujo es producido por la repetición de la misma operación, y el resultado del primer ciclo es el valor inicial del siguiente. Esta regla, repetida una y otra vez, genera esos dibujos de indescriptible belleza y variaciones interminables, y que contienen una característica importante de los fractales: la autosemejanza. Si miramos detenidamente, ciertos patrones se repiten, a mayor y a menor escala.
Tres fractales, tres muestras de autosemejanzas: La foto A es un rayo, la B un árbol y la C, el sistema circulatorio humano en un dibujo antiguo.


La autosemejanza es una característica de las formas de la naturaleza: un árbol produce formas autosemejantes en su tronco, que se bifurca en ramas y que se bifurca a su vez en ramitas más pequeñas. Cada ramita contiene hojas, que a su vez repiten el modelo dendrítico de las venas. En los fractales de la naturaleza, lo que es auto semejante se halla mezclado con lo que es diferente, de manera que se constituye en un desafío a la descripción. Como todo ser viviente, el árbol repite patrones autosemejantes que lo identifican como miembro de una especie, y a la vez tiene factores únicos y exclusivos que lo identifican como un individuo singular.
La autosemejanza es la que provoca que los hijos se parezcan a los padres, y que la mirada de los simios guarde similitudes con la mirada de los humanos, sus parientes biológicos más cercanos. La naturaleza crea variantes y formas diferentes a partir de la repetición creativa de patrones anteriormente existentes.
►Una nueva estética
A través de la historia, el arte ha sido parte integral de la experiencia humana en el mundo. Las culturas agrarias e indígenas vivían rodeadas de objetos –enseres cotidianos, cuchillos, pieles de animales- adornadas con autosemejanzas de tipo metafórico. Esas culturas vivían más cerca de las resonancias caóticas de la naturaleza en las que se revela el espíritu de la vida, que nosotros en nuestras modernas ciudades donde imperan las mecánicas y estéticas rígidas de la sociedad industrial.
Pero hay excepciones. El arquitecto norteamericano Christopher Alexander ha estudiado ciudades que poseen lo que él llama “la cualidad sin nombre”. Son lugares donde florecen los fractales y el caos autoorganizado: donde la gente come y baila al aire libre; donde los adolescentes encuentran lugares seguros en el vecindario, lo suficientemente independientes de sus padres como para permanecer en él; lugares donde hay trabajo en común hecho por familias, con niños jugando y aprendiendo de él. Alexander ha descubierto que, allí donde las ciudades tienen esta “cualidad sin nombre”, no ha surgido de un plan maestro, sino de gente común que ha creado su arquitectura a partir de los modelos naturales de su entorno. Cuando una ciudad o un edificio adquieren esa cualidad, pasan a formar parte de la naturaleza.
La quinta ley del caos nos llama a darnos cuenta de los modelos de la naturaleza para cambiar nuestra percepción del mundo. “Somos al mismo tiempo el centro del universo y participantes periféricos en modelos inmensos”. Prestar atención a los rasgos fractales de la realidad es una manera de ver el misterioso movimiento que crea el mundo y lo mantiene cohesionado.
La ley de los fractales nos sugiere la entrada en una nueva racionalidad que incluya no sólo capacidades analíticas y lógicas, sino también empatía estética con el mundo. Nuestra vieja forma de razonar, que consideraba el mundo como un objeto externo para ser diseccionado y controlado, ya no funciona.
“Al final descubrimos que la teoría del caos tiene mucho más que ver con el arte que con la ciencia”,dicen John Briggs y David Peat. “No es arte, pero apunta en la misma dirección. La dirección que encontramos en las consoladoras imágenes de la naturaleza, la dirección a la que apunta nuestro esfuerzo para contactar con ese secreto ingrediente del universo que llamamos espíritu”.

LEY DEL TIEMPO FRACTAL :: La conexión con los ritmos de la vida

La sexta ley nos dice que el tiempo mecánico del reloj es una ilusión que esconde el verdadero pulso del universo. El tiempo no es una línea recta, sino un fractal que debemos explorar para descubrir los matices del universo y de nosotros mismos.
“Es posible experimentar el mundo en un grano de arena y la eternidad en una hora”.  William Blake.
El tiempo en la vida moderna se ha convertido en nuestro secuestrador. Siempre es escaso, vivimos acomodando frenéticamente una actividad detrás de otra, tanto en nuestra actividad laboral como los breves periodos de descanso. Intentamos sincronizarnos con el reloj y nos enfermamos de ansiedad. El tiempo es una cesta de compra que tenemos que llenar para sentirnos satisfechos. Y corriendo, perdemos el verdadero sabor de la vida.
En otras culturas el tiempo es una energía del universo, un río para navegar, un templo en el que encontrar descanso. En la sociedad industrial, se ha convertido en algo impersonal y mecánico, desvinculado de nuestra experiencia interior.
La sexta ley del caos nos dice que es posible recuperar la conexión con los ritmos naturales de la vida, a través de la noción del tiempo fractal. El caos nos dice que el tiempo mecánico del reloj es una ilusión que esconde el tiempo vivo y vibrante que se mueve dentro de los detalles de un fractal, y nos enseña a descubrir esta dimensión para sentir el verdadero pulso del universo.
►La noción de tiempo fractal
Una historia sencilla dice que un monje, volviendo de recoger leña en el bosque, se detuvo maravillado a escuchar el canto de un pájaro. La canción era particularmente hermosa, y el monje se quedó a escuchar unos momentos, extasiado, antes de proseguir su camino. Cuando volvió a su monasterio, descubrió caras nuevas. Mientras estaba escuchando el canto del pájaro, todos sus compañeros habían muerto y había pasado un siglo. Al entrar plenamente en un momento del tiempo, el monje había tocado la eternidad.
Este cuento, que aparece en muchas versiones y culturas diferentes, nos recuerda que la percepción del tiempo puede ser totalmente diferente a la sincronía del reloj. Acostumbrados a medir el tiempo a intervalos mecánicos regulares, creemos que el tiempo es una línea recta dividida en fragmentos de idéntica longitud. Pero para la teoría del caos, el tiempo es una figura fractal, una línea repleta de curvas, arabescos y repliegues (ver ejemplos en esta página). Es que en realidad, no hay líneas simples en la naturaleza. Podemos ver rectas a simple vista, pero observadas de cerca, o a nivel microscópico, todas las líneas contienen dibujos caprichosos, giros e infinitos detalles fractales.
Esta noción es congruente con nuestra experiencia inmediata. Probablemente todos alguna vez hemos experimentando que el tiempo no transcurre a una velocidad pareja, sino que hay aceleraciones y momentos de marcha lenta. El tiempo no es como un tren que viaja a una velocidad regular, en línea recta, entre estaciones situadas a idéntica distancia. Más bien lo podemos comparar con los vagones de una montaña rusa, que bajan y suben, aceleran o aminoran su marcha según los caprichosos diseños del riel.

►Un tiempo no lineal
Sólo basta repasar nuestras vivencias para verificar la no-linealidad del tiempo.
En los momentos previos a un accidente donde la vida corre peligro, todo parece detenerse, o moverse en cámara lenta. Como si cada dimensión del paisaje del accidente se desarrollara con su propio tiempo, y tuviéramos una eternidad para decidir qué hacer.
Es frecuente experimentar un cambio en la percepción del tiempo según nuestros gustos y emociones: conversando con una persona que nos interesa, mirando el fluir de un arroyo o simplemente escuchando soplar el viento, es posible sentir una dimensión del tiempo diferente a la del reloj.
La percepción del paso del tiempo cambia con  la cantidad de actividades desarrolladas. El tiempo arrastra los pies cuando estamos aburridos, pero pasa rápidamente si estamos atareados.
Un tiempo vacío puede ser interminable en el presente, pero corto en la memoria. Un hombre pasa un año en la cárcel. Cuando sale, siente que el tiempo casi no transcurrió. La ausencia de eventos dignos de recordarse durante 12 meses, aparte de las monótonas rutinas carcelarias, comprime el recuerdo de esos días en su mente.
Hay muchas más evidencias. Los psiquiatras dicen que un sueño se desarrolla en el cerebro en pocos segundos, pero esos segundos pueden contener una larga y compleja historia.
La medida es tiempo es cultural. Los polinesios miden las horas del día por períodos “desiguales”, porque no las relacionan con el tiempo mecánico del reloj occidental, sino con la cantidad de actividades contenidas en cada momento del día.
En síntesis: el tiempo es más una medida de la actividad en contacto con el entorno, que una sucesión lineal de intervalos.
►Recuperar el pulso del mundo
Sin embargo, desde hace dos siglos estamos entrenados para sincronizarnos con las máquinas que nos rodean. El reloj fue el gran fundador de la revolución industrial. Antes de la sincronización del trabajo y las actividades humanas que introdujo el capitalismo, el tiempo estaba más conectado a los ritmos de la naturaleza y al movimiento de los astros. Pero con la regimentación de la vida por la sociedad industrial, se asocia el tiempo con la economía y el dinero. Piénsese en la frase “el tiempo es oro” y en todas las expresiones asociadas: el tiempo “se pierde”,  “se gana”, “se ahorra” o “se gasta”.
Por eso, obsesionados por acompasarnos con el reloj, nos cargamos de la mayor cantidad de tareas posibles, vamos de cola en cola nerviosos empujando a los demás para que se adapten a nuestros horarios, mantenemos pulsado el botón de ascensor como si fuera a subir más rápido, o discutimos con alguien por escasos minutos.
Recordar que el cosmos no funciona así nos permite recuperar la conexión con los ritmos naturales. Nuestro cuerpo, una especie de universo condensado, está lleno de relojes internos: el del sueño, el del metabolismo, cada reloj que enciende o apaga una actividad inconsciente. Ninguno de ellos funciona a intervalos idénticos. Un reloj vital, el corazón, no se acompasa como un reloj: sus latidos tienen fluctuaciones. Si asume un ritmo regular, va camino a un paro cardiaco.
La sexta ley nos invita a explorar los detalles fractales del tiempo para descubrir matices inadvertidos del universo y de nosotros mismos. El envejecimiento de los árboles, el paso del sol en el cielo o el pulso de las estaciones tienen su ritmo propio y único. Asimismo nosotros.
Si pasamos la tarde en una actividad vacía, sentiremos que el tiempo transcurre lenta y pesadamente. Pero si acometemos una tarea que despierta nuestro interés y entusiasmo, al llegar la noche sentiremos que nos faltó tiempo. Según el reloj, ambos periodos fueron iguales, pero en uno el tiempo sobró, y en otro fue escaso.
La perspectiva del tiempo fractal dice que no necesitamos más tiempo: sólo un tiempo pleno. Motivar nuestro corazón y cultivar el compromiso con lo que hacemos, es lo que enriquece nuestra percepción y marca la diferencia.

LEY DE LA NUEVA PERCEPCIÓN :: Volver a unirse con el todo

La última ley del caos incluye y resume todas las anteriores. Nos invita a experimentar la solidaridad con el universo desde la perspectiva de un nuevo holismo que supere la mirada reduccionista de la sociedad industrial.
Nuestro planeta visto desde el espacio inspira sensaciones religiosas y nos recuerda que el universo supera la capacidad de comprensión humana.
La séptima ley de caos es una invitación a asumir una nueva perspectiva de nuestra existencia personal. El caos nos recuerda que la percepción de nosotros mismos como un Yo aislado del exterior es un concepto relativamente nuevo en la historia, que se remonta a los albores de la modernidad, y nos sugiere redimensionarlo para vivir en armonía con el maravilloso mundo que nos rodea.
Así como todas las religiones insisten en ver el cosmos como una totalidad indivisible, la teoría del caos nos ofrece la percepción de un mundo interconectado, orgánico, de una pieza, sin costuras: el todo.
►Un sentimiento religioso
Hay pocas imágenes que nos conmuevan tanto, sin distinción de credos o nacionalidades, como la de nuestro planeta azul visto desde el espacio. Inspira sensaciones religiosas. Nos recuerda que el universo tiene un propósito que supera la capacidad de comprensión humana. El astronauta Edgar Mitchell experimentó ante la visión de la tierra desde el espacio que “en el universo había inteligencia, amor y armonía” y describió al globo como “una vislumbre de divinidad”. El astronauta ruso Alexie Leonov reaccionó diciendo que “es nuestro hogar y debe ser defendido como una reliquia sagrada”.
Estas visiones se complementaron, en las últimas décadas, con nuevas perspectivas científicas que apuntan a recuperar la dimensión holística de nuestro mundo. El biólogo James Lovelock llegó a la conclusión de que nuestro planeta es un ser vivo, donde la vida como un todo regula la actividad, con los bosques, los ríos y los mares como sus órganos. Lovelock llamó Gaia a esta concepción, donde hasta el más simple de los microorganismos desempeña un papel importantísimo.
Es curioso pensar que a medida que descendemos, bajo esa visión de totalidad, aparecen las fronteras, líneas de propiedad, luchas sectarias y raciales, conflictos de intereses y nuestros propios yoes competitivos… El mundo de nuestros días está aún dominado por una perspectiva mecanicista, que tiende a trazar líneas demarcatorias, separar al mundo en partes y postular la supremacía de los intereses egoístas.
No siempre fue así en la historia de nuestra especie. La perspectiva mecanicista es la antítesis de la totalidad, y paradójicamente se originó en las concepciones holistas del mundo que eran propias de la edad media. Aquel proceso histórico cambió la mente de la humanidad, y alumbró en pocos siglos la actual revolución científica y tecnológica.
►El surgimiento del mecanicismo
Durante el periodo medieval, la Tierra era considerada un ser vivo, y los humanos, meros asistentes de la naturaleza. Las tareas cotidianas tenían un carácter sagrado, el ritmo de la vida estaba vinculado con los movimientos de los astros y el destino de las gentes sobre la tierra estaban unificados con los movimientos de las estrellas: “Como arriba, abajo”.
Este “holismo medieval” prevaleció en Europa, hasta que hace 800 años comenzó el proceso a través del cual la naturaleza fue objetiva y exteriorizada. Se comenzó a considerar a los hombres como individuos con sus propios deseos y aspiraciones. Surgió la noción de “conciencia” individual. Con el Renacimiento, el hombre se convirtió en la medida de todas las cosas. Comprender se convirtió en descomponer las cosas en sus elementos y explicar los lazos causales que las unían. La naturaleza se convirtió en un gran relojque la ciencia podía montar y desmontar. La predicción y el control se tornaron el credo central de la nueva sociedad científica.
A causa de su éxito, la ciencia aceleró la mecanización de la sociedad, profundizando la percepción de un universo mecánico. Al cabo de 800 años, esta revolución permitió desarrollar una vasta de red de transportes y comunicaciones, crear nuevas sustancias y controlar potentes fuentes de energía.
Pero al mismo tiempo comenzó a vislumbrarse el lado oscuro de este camino.
La tendencia actual sugiere que estamos experimentado una “crisis de percepción”, un giro mental, una reorganización radical en la manera en que concebimos el mundo. La actual contemplación analítica de la realidad es “inadecuada para tratar con nuestro mundo superpoblado e interconectado”, dice físico Fritjof Capra.
La ciencia y la tecnología nos han deparado innumerables beneficios, pero la inmersión en su mundo reduccionista nos ha hecho perder nuestra empatía instintiva con el mundo natural. Hemos cosificado al mundo, y tendemos a comportarnos nosotros mismos como objetos manipulables. Como dijo Henry Thoreau:“Los hombres se han convertido en herramientas de sus herramientas”.
Cada vez es más difícil saber si nuestro “progreso” nos conduce a una mejora en la calidad de vida. Hemos conseguido una superabundancia de consumo y producción para millones de personas, pero la angustia, la soledad, y los sentimientos de depresión son masivos.

►Volver a unirse con el todo
Pese a siglos de individualización forzosa, bajo nuestros sentimientos de aislamiento, sobrevive un sentimiento de pertenencia y de interconexión con el mundo. Una prueba es la “culpa” que se percibe en los supervivientes de un desastre. A aquellos que quedan vivos les queda un remordimiento angustioso por no haber sido ellos los muertos. La “culpa por la supervivencia” sugiere que en los fundamentos de nuestra psique reside un sentimiento de solidaridad con toda la especie humana.
La séptima ley del caos nos invita a experimentar la solidaridad con el universo. Esto tiene que ver con liberarnos del hábito crónico de pensarnos como meros fragmentos inconexos. Con dejar de poner énfasis en el yo aislado y pensar que sólo podemos conocer individualmente, para considerar que podemos pensar de manera conjunta.
Tiene que ver con la necesidad de cambiar nuestra perspectiva de lucha heroica e individual, y cambiarla por una de colaboración y co-desarrollo. Con dejar de ver la naturaleza como algo aislado y externo y darnos cuenta que somos parte esencial de ella.
Tiene que ver con darse cuenta de que el observador siempre es parte de lo que observa. Con abandonar la obsesión con el control y la predicción, y sustituirla por una empatía y sensibilidad hacia el cambio y lo emergente.
La nueva percepción nos invita a no rechazar la comprensión renacentista de nosotros mismos como individuos, ni sus avances científicos y tecnológicos. Pero sí asumir esos significados como metáforas y fractales de la totalidad.
La séptima ley del caos, que incluye y resume todas las anteriores, tiene que ver con una nueva compresión del tiempo y nuestro camino a través de él. Y tiene que ver, por supuesto, con la utilización de la influencia sutil para convertirnos en participantes del planeta azul, antes que en sus gerentes.


@JAVIERARAGON - JAVIER ARAGÓN, EL DOMINGO, 28 DE OCTUBRE DE 2012

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