En fin. Se me escaparon todos los
motivos para decirte que te quería. Se evaporaron las constantes vitales de este
corazón que latía por besarte algún día. Soy un romántico, qué putada. Y, te
quise, pero no te quise. El amor, ¿quién lo entiende? Yo sólo buscaba algo
tan sencillo como sentirme pensado, necesitado, esperado, querido. Pero con el
amor también contraemos la dificultad de entendernos. Entender, qué
putada. Las personas son muy difíciles.
Así que, en fin, finalizó todo. Lo mío.
Lo tuyo. Lo tuyo conmigo. Lo nuestro. Y, bueno, ya estoy acostumbrado a estas
amargas despedidas. Acostumbrado a decirle adiós a las ilusiones de encontrar,
definitivamente, mi sitio. No existe mi sitio. Existe que, tan cansado,
algún día derrumbaré mis fuerzas en cualquier lugar, y ese terminará
siendo mi sitio. Llámalo conformismo.
Grito estas letras ahora que mis
pulmones se han cargado de cierto positivismo. Es el ciclo natural de una
ruptura, supongo. Ruptura, qué palabra tan profunda. Profunda como el
abismo donde perecen todas aquellas relaciones que rompimos. Un abismo
incansable. Un abismo que, tan frío, nos mantiene vivos. Es el vertedero
de todo aquello que sufrimos algún día.
Y yo sólo sé que no sé nada, respecto al
amor. Llevo tantas y tantas desilusiones rotas buscando algo. Llevo casi
media vida buscando una vida que me complemente. Si es que, como decía,
ser romántico es una putada. La vida te da por culo más de lo
habitual. Yo finjo que no duele pero, cuánto duele romperse contra la
ingravedad de los días solitarios.
¿Sabes dónde está el problema? el
problema está en sentirnos héroes en un batalla que nos mató hace
tiempo. Somos fantasmas que se resignan a aceptar que están muertos. ¿Por qué
no lo aceptamos? fue un jaque mate rápido y limpio. ¿No sabes por qué
no lo aceptamos? Es lo de siempre, te lo diré, es el orgullo.
Orgullo, qué palabra tan nuestra. Tan de
todos. El orgullo es la principal causa de las rupturas. El orgullo, qué hijo
de puta. A veces tenemos que entender que todos somos marionetas en manos de
ese monstruo. Tomos somos, a sus manos, desfiguradas nociones de nosotros
mismos. Supongo que, como siempre, tenemos miedo. Miedo a hacernos daño, a
equivocarnos, a enamorarnos y sufrir en el intento. El miedo a que alguien nos
rompa sin apenas sentirlo. Puta indiferencia.
Y es que somos humanos. Somos
imperfectos. Somos imbéciles, por defecto. Somos, somos, somos. Necesidades.
Aspiraciones. Ilusiones. Esperanzas. Deseos. Sueños. Miedos. Victorias.
Derrotas. Personas. Recuerdos. Y, después de todo, es como si no fuésemos nada.
No hay que alarmarse. Supongo que el día
en el que, como decía anteriormente, nos cansemos y nuestro sitio sea aquel
donde derrumbemos nuestras fuerzas, supongo que en aquel sitio también otra
persona habrá derrumbado las suyas. Y, con suerte, surgirá algo bonito entre
los escombros. Los escombros son corazones que se han roto.
¿Hay alguien en la sombra? Tengo frío.
Vía: - http://bit.ly/LSh7Kl
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