¿Te sientes desbordado por la velocidad del cambio, por los incontables riesgos de la vida cotidiana? La vida entera es caos, y es bueno que así sea. Dos científicos proponen siete reglas para disfrutar el azar y lo imprevisible, y celebrar la magia de lo desconocido.
¿Has sentido alguna vez que tu vida se desarmaba completa, que todas tus estructuras cotidianas se sumergían en el descontrol?
El abandono de una pareja, el súbito desempleo, la pérdida del hogar o cualquier otra experiencia traumática pueden ser detonantes de un periodo de turbulencias donde todas las certidumbres que nos proporcionan seguridad se desintegran.
El pánico suele ganar nuestros corazones. A veces, hasta nos culpamos por la caída. En realidad, nada es seguro ni dura eternamente. Solamente la publicidad engañosa nos induce a creer que es posible amurallarnos contra los riesgos y las catástrofes repentinas.
La teoría del caos, una nueva y deslumbrante formulación científica, arroja luz sobre estos temas. Si alguna vez te has sentido desbordado por lo que te rodea, aquí está la ciencia para descubrirte que la vida entera es caos, y es bueno que así sea.
Sigue leyendo:
►La ilusión del control
La verdad es que,
más allá de periodos de relativa seguridad y estabilidad, nuestras vidas viven
en el
caos en forma permanente. Son tantos los factores que deciden
nuestro destino, que pretender ponerlos bajo control es vanidad o pura ilusión.
Por eso, en lugar de angustiarnos por lo imprevisible, es mejor disfrutar las
posibilidades que nos brinda el azar de la vida.
Tras estudiar a
fondo las leyes que rigen la naturaleza, John Briggs y David Peat escribieron
hace ya una década “Las Siete Leyes del Caos”, un trabajo que proyecta sobre el
orden social la nueva mirada de la ciencia sobre el universo. Propone aceptar
el desorden de nuestras vidas, y pactar con el caos para convertirlo en una
fuente de creatividad que nos haga más libres.
¿Qué es la teoría
del caos? Comenzó con formulaciones matemáticas, se desarrolló con el estudio
de las variaciones del clima, y en las últimas décadas se extendió a los más
variados planos del pensamiento social y científico.
El caos se
concentra en la
interconexión que existe entre acontecimientos aparentemente aislados,
en los modelos ocultos, en los matices, en la “sensibilidad” de las cosas, y en
las reglas de cómo
lo impredecible conduce a lo nuevo.
La teoría del
caos muestra más humildad que la ciencia tradicional: tiene que ver más con lo
que no sabemos, con la celebración de la magia y el misterio. El caos es al
mismo tiempo, nacimiento y muerte, destrucción y creación. Habla de cómo, sobre
la base de sistemas estables, se construye la inestabilidad y la futura aparición
de formas de organización diferentes. Describe cómo cada pequeño cambio
introducido en un sistema abierto tiene una respuesta que encierra la
continuidad, metamorfosis o muerte futura del sistema. Y todos somos sistemas abiertos.
¿Cómo pueden
aplicarse estos conceptos al análisis de nuestra vida personal?
►Metáfora del arroyo
Piensa en un
arroyo de montaña. Es arroyo antiguo, pero al mismo tiempo, es diferente en
cada estación: apenas un hilo de agua en verano, más caudaloso en invierno. Es
el mismo arroyo desde hace siglos, pero al mismo tiempo es diferente cada día:
el color del agua varía por la luz del sol, por las materias que transporta,
por la cantidad de organismos que alberga.
Siéntate a su
vera en un sector estrecho, y sumerge tus pies en el flujo cristalino. La
corriente comenzará a rodear tus pies y comenzará a fluir por los lados. Halla
un sector poco profundo y coloca varias piedras que obstaculicen la corriente.
Pronto el agua hallará grietas para escurrirse, o tal vez no, y se convierta en
un pequeño estanque que atraerá la visita de los moradores de la zona.
Porque el arroyo
no está solo, forma parte de un complejo ecosistema: los glaciares de la
montaña que lo nutren, la miríada de animales y plantas que beben de sus aguas,
el clima con sus alteraciones y la tierra con todos sus sustratos. Es un
sistema abierto: necesita de una continua alimentación de energía, es
modificado por agentes externos, forma parte de una compleja red.
El arroyo es una
metáfora de nosotros mismos: es al mismo tiempo estable y cambiante, sus aguas
se renuevan constantemente y responde al entorno adaptándose de la mejor
manera. De la misma manera, todos nosotros somos un cuerpo cuyas células se
renuevan permanentemente, respondemos a los estímulos exteriores, y en
definitiva somos la misma persona de hace 10 años, pero también una nueva
persona cada día.
Al igual que el
arroyo, cada uno de nosotros no está solo: estamos conectados con la
naturaleza, y formamos parte de una red de relaciones sociales y familiares. Vivimos
dentro de movimientos que nos afectan y afectan a los demás, creando movilidad
y caos en diferentes niveles.
►Una nueva experiencia del mundo
“Si sabemos
apreciar el caos –dicen Briggs and Peat- podemos comenzar a ver el mundo como
un flujo de modelos animados con giros animados, espejos extraños, sutiles y
sorprendentes relaciones, además de la sorprendente fascinación de lo
desconocido”.
La teoría del
caos ha tenido tal impacto que se aplica en variados órdenes de la vida: en las
artes, la cultura y la economía. Se ha convertido en una metáfora cultural.
En la serie que
comenzamos hoy, repasaremos las siete leyes del caos propuestas por Briggs
& Peat. No son formas de comportamiento o directrices sobre cómo hay que
pensar. Son siete “provocaciones, entradas en una nueva experiencia del mundo”.
La
Ley del Vórtice
Los
momentos de caos e incertidumbre son oportunidades para mejorar nuestras vidas.
Ser creativo implica abandonar las estructuras comúnmente conocidas para
alcanzar una reorganización.
“Soltar todo y
largarse, qué maravilla”. Silvio Rodríguez
¿Has experimentado
cómo, casi por arte de magia, las crisis encuentran salidas inesperadas y
superadoras?
El abandono de una
pareja, el súbito desempleo, la pérdida del hogar o cualquier otra experiencia
traumática pueden ser detonantes de un periodo de turbulencias donde todas las
certidumbres que nos proporcionan seguridad se desintegran. El pánico gana
nuestros corazones. Las estructuras se desploman, el caos nos envuelve.
Sin embargo, al cabo
de un tiempo surge un nuevo modelo, una nueva forma se corporiza. La tormenta
fue la oportunidad para un proceso de limpieza y crecimiento:
- “Me echaron del
trabajo, y ante la desesperación de no hallar empleo, comencé mi propio
negocio. Hoy me va tan bien que agradezco que me hayan despedido”.
- “Mi marido me
abandonó sola con los chicos. Sufrí mucho, pero recuperé una relación
maravillosa con mis hijos, que había descuidado en mi afán por retener a un
hombre”.
Obsesionados por el
control y cegados por la aparente seguridad de los órdenes cerrados, a menudo
los humanos perdemos de vista las posibilidades que nos brindan la ambigüedad,
el riesgo y el desorden propio de los momentos de crisis.
Krishnamurti sostuvo
que en los momentos de gran incertidumbre, se produce una profunda
apreciación creativa de la vida, y que esos momentos existen cada día.
A cada momento tenemos la oportunidad de morir psicológicamente, abandonar
hábitos mecánicos, prejuicios y creencias, y volver a nacer con una nueva
percepción del mundo.
En el marco de la
Teoría del Caos, la Ley del Vórtice nos habla de la creatividad de la
naturaleza como un fenómeno de autoorganización. Es el mágico proceso por el
cual el caos alumbra una forma, y surge orden del desorden.
Los vórtices son
habituales en la naturaleza. Son el centro de los torbellinos, el punto
alrededor del cual gira materia en un equilibrio dinámico. Son vórtices la
mancha roja de Júpiter, el ojo de un huracán y el centro del remolino en un
arroyo. Surgen de una zona caótica donde hay áreas moviéndose a diferentes
velocidades, circuitos de retroalimentación y fuerzas contrapuestas. De esa
turbulencia caótica surgen formas autoorganizadas, sistemas que se regulan a sí
mismos.
Cada vórtice tiene
una forma definida, pero está compuesto en realidad por el material que lo
atraviesa. Es un sistema abierto de increíble complejidad.
Todos somos creativos
Somos parte de un
mundo donde la materia se autoorganiza. El caos es la creatividad de la
naturaleza. Muchas de las formas que vemos a diario son ejemplos de
autoorganización: desde una bandada de pájaros hasta las formas que asume el
agua al hervir en una olla.
Igual que los
vórtices, nosotros estamos compuestos por los materiales que nos atraviesan y
fluyen a través de nosotros. Somos lo que comemos, lo que respiramos y lo que
experimentamos cada día. Nuestros cuerpos están invadidos por sistemas abiertos
que permiten una respuesta creativa constante a los cambios
ambientales. Por ejemplo, “nuestro cerebro se reorganiza al cambiar su sutil capacidad
de conexión con cada acto de percepción”.
La Ley del Vórtice
nos invita a pensar en los momentos de caos e incertidumbre como
oportunidades creativas para mejorar nuestras vidas. Nuestros pensamientos
están diseñados para mantenernos, esencialmente, en el lugar que conocemos, y
así la sociedad se mantiene estable. Ciertos anclajes son necesarios, pero
pueden ser terriblemente constrictivos si pensamos que son todo lo que la vida
tiene para nosotros. Ir más allá de estas “zonas de confort” nos permite crecer
y desarrollarnos.
Ser creativo implica darle
la bienvenida a las catástrofes que nos hacen abandonar las estructuras
comúnmente conocidas para alcanzar una reorganización creativa. Así
como la psicoterapia invita al paciente a hacer asociaciones libres para entrar
en contacto con el material caótico del subconsciente, explorar la
incertidumbre implicar permitir que nuestras convicciones y construcciones
mentales desaparezcan o se transformen.
Cuando le damos la
bienvenida al desorden y la ambigüedad, experimentamos lo que los artistas de
todos los tiempos viven en sus momentos creativos, y vemos cómo del
caos surge algo nuevo.
Al contrario de que
comúnmente se piensa, todos podemos ser creativos, no sólo los
poetas y los locos. El psiquiatra David Sheiberg sostiene que los trastornos
mentales, que se aparecen ante el ciudadano común como un rasgo caótico, son
todo lo contrario: la mente se vuelve cerrada y rígida, impidiendo respuestas
abiertas y creativas.
En busca de la verdad
Explorar la
incertidumbre es ir en busca de la verdad. Krishnamurti descubrió a la verdad
del siguiente modo: “La verdad no es un punto fijo. No es estática, no puede medirse
con palabras. No es un concepto, una idea que pueda adquirirse. Cada uno debe
hallarla a partir de las condiciones de su propia y única vida”.
Captar la verdad fue
el deseo del pintor Paul Cezanne. Se afanó por plasmar en sus lienzos la
verdad de lo que veía delante de sus ojos. Pero su técnica incluía mover
ligeramente la cabeza ante su motivo, y de esa manera cambiar totalmente la
escena. Cada cambio de perspectiva, por ligero que fuera, ponía en duda lo
pintado anteriormente. Las pinturas de Cezanne son, en consecuencia, series de puntos
de bifurcación de visión, lo que se ha dado en llamar “la duda de Cezanne”.
Cada momento de
nuestras vidas es un punto de bifurcación. Tomamos por una calle, o por otra.
Escogemos una entre diferentes opciones. Decimos que sí o que no a distintas
ofertas, a menudo a partir de fórmulas fijas, infinitamente repetidas y que nos
conducen por caminos rígidos y rutinarios.
La Ley del Vórtice
nos anima a entrar en contacto con un movimiento de la verdad que cuestiona
constantemente lo que vemos y pensamos sobre el mundo, que cambia la
perspectiva de visión, abandona hábitos mecánicos, explora la incertidumbre y
sacrifica lo que es familiar.
“La verdad y el caos
están unidos. Vivir con dudas creativas significa entrar en el caos para
describir que la verdad no puede medirse con palabras”.
EFECTO MARIPOSA :: El
poder de la influencia sutil
Todos somos agentes de cambio, dice la
segunda ley. Frente al poder de los poderosos, podemos enarbolar el poder de
los impotentes, y cultivar nuestra habilidad para influir positivamente en el
mundo.
La más popular de las
leyes del caos, el “Efecto Mariposa”, habla del poder de pequeños eventos, de
la influencia sutil que un detalle puede tener sobre nuestras vidas y las de
los demás. El Efecto Mariposa nos dice que todos tenemos poder, que cada uno de
nosotros tiene influencia sobre el mundo y que la fuerza de muchos aleteos es
más importante que cualquier poder individual.
John Briggs &
David Peat, en “Las Siete Leyes del Caos”, explican la segunda ley del caos
partiendo del trabajo de uno de los fundadores de la teoría: el meteorólogo
Edward Lorenz.
►Los algoritmos del
clima
Lorenz estaba
trabajando en un modelo simple de predicción atmosférica, basado en sólo tres
datos: la velocidad del viento, la presión del aire y la temperatura. El
científico venía realizando un cálculo matemático larguísimo, y como en
aquellas épocas no existían los potentes ordenadores de hoy, decidió
simplificar la cuenta y empleó sólo tres decimales en lugar de seis. Pensó que
este cambio sólo afectaría los resultados en una escala menor. Sin embargo, lo
sorprendió la poca semejanza de esta predicción atmosférica con la anterior, en
la que había usado seis decimales. Dedujo entonces algo que lo condujo a ser
uno de los fundadores de la teoría: una pequeña variante en uno de los datos,
combinada y retroalimentada con otras, provocaba grandes cambios en el
resultado final. Lorenz retomó entonces un viejo proverbio chino y se preguntó:
“¿Puede el aleteo de una mariposa en Brasil desencadenar un tornado en Texas?”
El clima es un sistema
no lineal, donde diminutas influencias, a partir de procesos de realimentación
positiva o negativa, pueden actuar de modo de transformar todo el sistema. Por
ese motivo las predicciones meteorológicas son tan difíciles a largo plazo, e
incluso fracasan a menudo en el corto plazo.
La mayor parte de
nuestro mundo es un sistema no lineal. Si miramos bien, podemos ver “Efectos
Mariposa” en todas partes: una frase enciende un haz de neuronas y da lugar a
una brillante idea; un rumor termina empujando la caída de la bolsa; la
acumulación de agravios provoca la reacción de un prisionero y comienza un
motín carcelario…
“Los humanos pueden
seguir abrigando sus sueños de control…”, dicen Briggs & Peat. “Pero la
teoría del caos nos enseña que la mayoría de los sistemas están ligados a
innumerables mariposas de muchas variedades sutiles e infinitos colores. Tanto
en la naturaleza, como en la sociedad y en la vida cotidiana, el caos gobierna
a través del efecto mariposa”.
►El poder de los
impotentes
¿Sientes que tu vida
está dominada por fuerzas impersonales e incontrolables a tu alrededor? Frecuentemente
nos sentimos impotentes frente a las corporaciones, la burocracia o los
designios de individuos poderosos. Una respuesta usual ante los atropellos es
tratar de participar del poder: hacer amistad con los que mandan, trabajar para
grandes empresas o acumular poder personal aplastando cabezas ajenas.
La teoría del caos
nos da otra respuesta. Dice que nadie en realidad puede controlar en forma
exclusiva los sistemas complejos que forman nuestro mundo. Esto es evidente si
reparamos en que los vencedores de hoy son los perdedores de mañana, que todos
los que intentan deglutir a sus semejantes acaban siendo deglutidos, que hasta
la más brillante de las carreras políticas termina en fracaso.
Frente al poder de
los poderosos, podemos enarbolar el poder de los impotentes. No tenemos el
poder de los controladores, pero tenemos el poder de la influencia sutil.
¿Qué es la influencia
sutil? Es lo que cada uno de nosotros afirma, para bien o para mal, por su
forma de ser. Si frente a un jefe ineficiente nos comportamos como alcahuetes
incondicionales, esto tiene un impacto en nosotros y en los demás. Si somos
genuinamente honestos, críticos y propositivos a la vez, también.
La influencia sutil
respecto del poder nos dice que todos somos agentes de cambio. Por poco que
hagamos o dejemos de hacer, contribuimos decisivamente a que las cosas sean
como son, o dejen de serlo.
►La paradoja del caos
Hace unas cuantas
décadas, Rosa Parks, una mujer de color, se negó a cederle el asiento a una
mujer blanca en un autobús de Memphis, tal cual establecían las leyes racistas
imperantes en EE.UU. en la época. Ese mínimo gesto provocó un incidente que,
realimentado por el malhumor social de la minoría negra por el apartheid,
devino en masivas protestas y en el inicio de un formidable movimiento social.
Pocos años después, con Martin Luther King a la cabeza, lo que comenzó
como una discusión en un autobús terminó con la abolición de las leyes
racistas.
El poder de la
impotencia va de la mano con una humildad básica, en la que nos
damos cuenta de que la clave para el cambio no radica tanto en acciones
individuales, como en el modo en que interactúan diferentes factores. Frente a
los sistemas rígidos del poder, podemos actuar halagando a los amos,
con respuestas automáticas y frases vacías, o en cambio cultivar nuestra
habilidad para influir sutil y positivamente en nuestra vida o la de las demás.
Como demuestran tantos
ejemplos similares al de Rosa Parks, las consecuencias de un acto individual en
la sociedad son difíciles de predecir. Nuestras acciones pueden perderse en el
caos, o realimentarse con otras similares, amplificarse y provocar un cambio,
grande o pequeño. No podemos saber qué efecto tendrá nuestra conducta, ni
cuándo ni cómo. Lo importante es vivir en la verdad, sabiendo que el mundo
fluye permanentemente, que cualquier contexto puede cambiar y de hecho,
cambiará.
La paradoja del caos
reside en que el cambio no lo provoca una persona, sino la interrelación y
retroalimentación de numerosos factores. Y que un solo individuo, o un pequeño
grupo de individuos, con un gesto mínimo, pueden desencadenar un proceso
grandioso e influir profundamente en todo el mundo.
Un efecto de película
El “Efecto Mariposa”
tiene una frecuente aplicación en el cine y la literatura.
En Dos vidas en un instante (1998)
una muchacha despedida de su empleo llega a tiempo para tomar el metro, conoce
a James, un hombre encantador, y vuelve a su casa a tiempo para hallar a su
novio en pleno acto amoroso con una ex novia. Entonces, abandona el hogar e
inicia una relación con James que tendrá una positiva influencia en su vida. En
una segunda posible derivación de la historia, la muchacha no llega a tiempo
para tomar el Metro, le roban la cartera y la golpean, nunca descubre el
affaire de su novio y en su vida se suceden diferentes penurias. Todo porque la
puerta del Metro se cierra unos segundos antes.
Butterfly Effect (2004) cuenta la historia
de un joven que vuelve al pasado para cambiar ciertos hechos que afectaron
negativamente a una amiga. Pero cuando interviene en la historia, no sólo
cambia el destino de su amiga, sino también el de otros seres queridos. Volverá
a intervenir, pero cada vez los dados del destino le jugarán una mala pasada.
LEY DE LA RENOVACIÓN
COLECTIVA :: La magia de la autoorganización
EEERn el caos los individuos son parte
indivisible del todo, y la tendencia a interactuar es algo profundamente
inherente a su naturaleza. La tercera ley nos enseña a seguir la corriente,
abrazar la diversidad e integrarnos en el flujo de la autoorganización.
La tercera ley del
caos nos habla sobre los procesos de autoorganización que gobiernan
innumerables fenómenos de la vida. La Ley de la Renovación Colectiva aborda por
qué, sin necesidad de directivas centrales ni cadena de mandos, un número
de agentes colaboran y ciertas cosas ocurren como por arte de magia.
La tercera ley del
caos nos enseña a seguir la corriente de la cooperación, abrazar la diversidad
e integrarnos en el flujo espontáneo de la autoorganización, desconfiando del
aislamiento, la competencia feroz y los órdenes cerrados de la sociedad
industrial.
Incendio en la playa
La última tarde de
2009, en una playa de Nayarit, sucedió la siguiente historia. En un campamento
que reunía a unas cuarenta personas apareció una pareja de extranjeros para dar
la voz de alarma por un enorme árbol que había comenzado a incendiarse a unos
trescientos metros del lugar. Varios fueron a observar lo que sucedía. El
evento era preocupante: a espaldas del árbol se encontraban la montaña y el
bosque que circundaba la playa, y el fuego podía propagarse rápidamente por
toda el área. Alguien telefoneó a Protección Civil, y dio datos precisos sobre
la ubicación del incendio, pero los bomberos nunca llegaron.
Por suerte un pequeño
grupo, armado con dos baldes, empezó a recoger agua del mar para arrojarla
sobre el árbol. El ejemplar medía unos 25 metros, y la tarea parecía
imposible, ya que el fuego había tomado la parte superior, adonde los baldazos
no llegaban. Entonces alguien tuvo la idea de subir la pendiente montañosa que
se erguía a espaldas del árbol, y comenzar a arrojar el agua desde allí. Con la
ayuda de una cadena humana para transportar los baldes, el sistema comenzó a
funcionar.
La presencia del
primer grupo y el humo cada vez más visible atrajeron rápidamente a muchos
otros. En pocos minutos una verdadera muchedumbre se pasaba los baldes de mano
en mano para acelerar el proceso. Alguien trajo más baldes y una soga. De
pronto niños, jóvenes y viejos, amigos y perfectos desconocidos, gente de
diversas procedencias y que hablaba diferentes lenguas, se encontraban
espontáneamente imbricados en la tarea. Al cabo de media hora el peligro fue
conjurado y todos estallaron en un aplauso, súbitamente mancomunados por el
combate victorioso.
La corriente de la
autoorganización
Según la teoría del
caos, el operativo para apagar el incendio en la playa fue un típico ejemplo de autoorganización.
Comenzó a partir de la noticia portada por los extranjeros, que llevó a varios
curiosos a caminar trescientos metros para verificarla. Los primeros dos o tres
que comenzaron a arrojar baldes de agua sobre el árbol incendiado fueron un
punto de bifurcación. La retroalimentación entre los primeros y los que se
sumaron luego en la cadena de baldes, terminó de constituir un sistema que
logró que el trabajo se hiciera. No hubo cadena de mandos, nadie dio órdenes ni
planificó un esquema de trabajo previo.
La autoorganización
social y la creatividad colectiva se dan así, espontáneamente en circunstancias
muy diversas: un trabajo comunitario, un accidente en la vía pública, o
cualquier evento colectivo donde aflora una necesidad. La gente empieza a
unirse, a echar una mano, y las cosas se hacen.
Internet es otro
ejemplo de autoorganización. Nadie controla la red, pero un sinfín de cosas
sucede en ella. Las grandes organizaciones comerciales, jerárquicamente
estructuradas, se han visto frustradas para moverse en la red según los rígidos
mecanismos del beneficio. Cualquiera que navega por la red sabe que todo lo que
hacen, simplemente sucede. Hay un orden, pero es caótico.
La cadena de trabajo
espontánea de la playa y la nueva comunidad cibernética son ejemplos de
organizaciones sociales radicalmente diferentes a la forma predominante en la
moderna sociedad industrial.
Competencia vs
cooperación
Desde la perspectiva
del caos, toda la actividad en la naturaleza y en la sociedad es una actividad
colectiva. En el caos, los individuos son parte indivisible del todo, y la
tendencia a interactuar y autoorganizarse es algo profundamente inherente a su naturaleza.
La autoorganización
crea formas muy adaptables y resistentes. Un buen ejemplo es el sistema de
distribución de alimentos en una gran ciudad moderna, donde millones de agentes
–empresarios, trabajadores, transportistas, autoridades, etc- participan en un
esquema que ofrece a los ciudadanos todo tipo de productos comestibles las 24
horas del día. Cuando los gobiernos comunistas intentaron reproducir esto
mediante planes quinquenales, presupuestos fijos y control central de los
puestos de trabajos, el resultado fue escasez y desabastecimiento.
Los defensores del
capitalismo pueden decir que el libre mercado es el responsable de que las
cosas funcionen bien. Sin embargo, para la teoría del caos este ejemplo se
explica de una forma muy distinta.
La ideología
capitalista se basa en el esquema darwiniano de la lucha por la supervivencia
donde la competencia es la principal fuerza que dirige la relación del
individuo con el grupo. Según la teoría de la selección natural, la
competencia, la jerarquía y el poder de dominación son la clave para la
supervivencia.
El caos ha cambiado
la perspectiva, mostrándonos que en realidad la biología está llena de
“coevolución” -las especies, los individuos y el ambiente evolucionan en forma
complementaria- y que la ”cooperación” tiene un impacto bastante más
significativo que la competencia. La competencia es una idea limitada que no
aprecia lo suficiente la profunda creatividad de la naturaleza, donde las
relaciones de competencia se pueden convertir en relaciones de cooperación, y
viceversa.
Para la creatividad
caótica, la diversidad y la colaboración es lo más importante. Cuando los
distintos individuos se agrupan tienen un tremendo potencial creativo. Se
pierden ciertos grados de libertad, pero se descubren otros nuevos, y emerge
una nueva forma de inteligencia colectiva.
El credo de la
sociedad industrial
Nuestra moderna
sociedad no se parece en nada a las formas autoorganizadas del caos. Adoramos
el poder y creemos que es esencial para la supervivencia. Vemos el mundo en
términos de ganadores y perdedores, nos sometemos a las órdenes jerárquicas y
aceptamos la idea de que los que están arriba son mejores que los que están
abajo. Nos reunimos en grupos y órganos sociales que se resisten a la
diversidad y que operan como entidades cerradas en lucha feroz unas con otras.
Desde la perspectiva
del caos, el problema es que los seres humanos nos hemos impuesto ideologías de
poder, competencia y jerarquías por encima de nuestra tendencia natural a la
actividad creadora colectiva. Los individuos nos sentimos partículas separadas,
y damos por sentado que las acciones del conjunto deben ser coordinadas por
esas estructuras externas. ¿Qué pasaría si dejáramos que la autoorganización
cree nuestras comunidades, y forjáramos nuestras soluciones en el caos
creativo?
LEY DE LO SIMPLE Y LO COMPLEJO :: El laberinto de los espejos
Lo simple y lo complejo son reflejos lo uno de lo otro,
dice la cuarta ley del caos. No están presentes en los propios objetos, sino en
la forma que interactúan entre sí. Una invitación a aplicar el arte de la
simplicidad y la paradoja de la complejidad para acercarnos a la fuente de la
vida.
El arte de la naturaleza. Los fractales son las figuras de infinita
complejidad y diversidad que se producen a partir de una operación matemática
simple.
¿La vida es simple o compleja? La teoría del caos dice que puede ser ambas
cosas a la vez, y al mismo tiempo.
¿Te sientes agobiado por la complejidad del día a día, imposibilitado de
tomar decisiones en tantos campos diferentes? No estás solo: todos vivimos
atrapados en un laberinto de posibilidades alternativas. La cuarta ley del
caos, la Ley de lo Simple y lo Complejo según la denominaron John Briggs &
David Peat, invita a descubrir la salida aceptando la danza dinámica del caos
entre la simplicidad y la complejidad.
►La paradoja de los opuestos:
Lo simple y lo complejo son reflejos lo uno de lo
otro. Son como el antiguo dios Jano, que era representado con dos caras
inseparables mirando en direcciones opuestas.
La paradoja, una afirmación sencilla que despierta
complejas resonancias en la mente, es un buen ejemplo de la unidad de los
contrarios que existe entre lo simple y lo complejo. Una paradoja taoísta habla
de un maestro que sueña que es mariposa, y luego piensa si acaso él no será una
mariposa que sueña que es hombre.
Los fractales son otro buen ejemplo de la paradoja
simplicidad - complejidad. Los fractales se encuentra originariamente en la
naturaleza: son los dibujos infinitamente complejos que forman las costas de
los ríos, las nubes en el cielo o las ramas de los árboles. La imagen que
ilustra esta página es un fractal producido matemáticamente por un ordenador.
Lo sorprendente es que su detallada complejidad se produce a partir de una
regla matemática simple: el resultado del primer ciclo es el valor inicial del
siguiente. Esta regla, repetida una y otra vez, genera esos dibujos de
indescriptible belleza y variaciones interminables que se parecen tanto a las
formas que vemos en la naturaleza.
Las observaciones de la materia en un laboratorio
muestran más ejemplos de la paradoja simplicidad – complejidad. Metales que
tienen una apariencia externa sólida y uniforme, observados a nivel
microscópico, muestran a sus electrones colisionando unos con otros en forma
caótica. Según el nivel de observación, podemos ver orden o caos.
Millones de individuos, cada cual único y diferente,
moviéndose caóticamente según sus elecciones y necesidades, pueden producir una
sociedad coherente. La sociedad humana es una forma relativamente simple que
emerge de las contribuciones complejas de sus miembros. Y viceversa.
Cuando las interacciones, las repeticiones y la retroalimentación
están en funcionamiento, la simplicidad y la complejidad se transforman
constantemente la una en la otra. Cuando simplicidad y complejidad se alternan,
aparece lo que los científicos llaman intermitencia. Son estallidos de caos
dentro del orden, o a la inversa. Una conducta regular se altera, o un ciclo
caótico se normaliza.
Muchas sociedades conceden un papel explícito a la
intermitencia, bajo el nombre de carnaval, de fiesta, de caos creativo. Es un
tiempo para bailar, encender hogueras y romper las reglas. Tales
estallidos permiten que el buen orden de la sociedad continúe prevaleciendo el
resto del año.
Del mismo modo, a veces el caos irrumpe en nuestras
vidas para promover una transformación. Un acto irracional, un sueño impactante
o una coincidencia desafortunada desafían el orden normal de nuestras vidas,
exigiéndonos más atención a los matices y a los modelos sutiles. Una enfermedad
inesperada o un hijo que se mete en problemas pueden tener el efecto de unir a
una familia. El estrés excesivo es causa de enfermedades, pero un poco de
estrés es necesario para que el sistema inmunológico funcione de manera
eficiente.
►El laberinto de los espejos:
La paradoja del caos nos dice que cuando la vida es
más compleja, una solución simple parece esperarnos a la vuelta de la esquina.
Y cuando las cosas nos parecen simples, debemos estar prevenidos de la
complejidad que acecha. La complejidad y la simplicidad no están presentes en
los propios objetos, sino en la forma que interactúan entre sí y nosotros con
ellos, y en el nivel de observación donde nos ubicamos.
Un protozoo, para un ser humano, es inicialmente algo muy simple. Pero el biólogo Lewis Thomas dice que si todos los laboratorios y superordenadores del mundo se concentraran en tratar de comprender un único protozoo, pronto nos daríamos cuenta que no podemos llegar a saber lo suficiente acerca de él. Lo simple se vuelve complejo cuando accedemos a más detalles. Como todo está interconectado, comprender al protozoo requeriría comprender toda la historia de la evolución y la dinámica de su entorno.
Lo que es verdad acerca de los protozoos es verdad
para nosotros mismos. Conocerse a uno mismo requeriría comprender el Universo.
Cuanto más exploramos nuestro “yo”, más hallamos sus interconexiones con el
resto del mundo. Buda se pregunta si nuestro ego reside en nuestras
sensaciones, en la forma del cuerpo y del cerebro, o en una cadena de causas y
efectos, acciones y reacciones. Cuanto más buscamos ese yo, ese simple y
esencial yo, se desvanece como entidad independiente y se convierte en un
reflejo, un espejo del mundo.
Lo que es verdad acerca de nosotros mismos es verdad
para los demás. Tendemos a etiquetar y estereotipar individuos y grupos con
imprudente facilidad. Simplificar nos hace la vida más fácil, pero también
perder el contacto con la realidad. Construimos categorías mentales que nos
hacen perder el gusto por los detalles y las sutilezas que nos depara la
aventura diaria de tratar a otras personas. En realidad, quien simplifica a los
demás se simplifica a sí mismo.
Otra fuente de angustia y confusión es parcelar el
mundo en dualidades. Esperamos que las cosas sean simples o complejas. Nos
entrenamos para distinguir entre el bien y el mal, entre cuerpo y mente, entre
el creacionismo y el Big Bang, entre el orden y el caos. ¿Qué ocurre si cada
uno de estos polos contiene al otro?
El caos nos invita a superar las dualidades, los
prejuicios y los estereotipos a través de la ironía, la metáfora y el humor. El
arte y la música son otras formas ricas y antiguas para escapar del abrazo del
dualismo. Aplicando el arte de la simplicidad y la paradoja de la complejidad
podemos acercarnos a la fuente de la vida que fluye más allá de nuestras
abstracciones.
El arte de la naturaleza. Los fractales son las
figuras de infinita complejidad y diversidad que se producen a partir de una
operación matemática simple.
LEY DE LOS FRACTALES :: El arte del mundo en acción
La quinta ley del caos nos
anima a cultivar un sentimiento de solidaridad con toda la creación,
encontrando las semejanzas que tienen nuestros cuerpos con la naturaleza. Somos
al mismo tiempo el centro del universo y participantes periféricos en modelos
inmensos.
La autosemejanza en los rostros de un chimpanché y de un hombre anónimo: ¿Qué rasgos comunes podemos ver? |
La Ley de los
Fractales, quinta ley del caos, es una invitación a admirar el arte espontáneo de la naturaleza, los dibujos que
forman la materia y todas las criaturas vivientes, y maravillarnos encontrando
sus semejanzas entre sí y con nosotros mismos.
La estética
fractal nos anima a encontrar las
semejanzas que tienen nuestros cuerpos con el cosmos en lugar
de concentrarnos en las diferencias. La ley cultiva un sentimiento de
solidaridad con toda la creación, y nos anima a “sentirnos en casa dentro del
universo”, explorando las ricas ambigüedades de las conexiones metafóricas
entre nosotros y el mundo, en lugar de permanecer anclados en las abstracciones
que nos separan de él.
►La creatividad de la autosemejanza
Somos formas
surgidas de la naturaleza. En las primeras semanas después de la concepción, un
feto pasa sucesivamente por diferentes etapas en las que asume formas que
recuerdan a un pescado, a los anfibios y a otros mamíferos, lo que le supone
atravesar por una microhistoria de la evolución hasta que encuentra su propia
forma y su propio rostro.
La Ley de los
Fractales habla de cómo surgen estas formas, y las infinitas y variadas figuras
que pueblan nuestro mundo.
¿Qué son los
fractales? Son modelos que vemos por todas partes. Las hojas de un árbol, cada
rostro humano y los vasos capilares son fractales naturales. Son los modelos
recurrentes e incesantes de la naturaleza, las formas repetitivas que crea la
erosión del agua contra las rocas, las nubes en el cielo y el diseño único y
efímero de un copo de nieve.
Fractal es el
nombre científico de estos “dibujos”. El nombre fue acuñado por el matemático
Benoit Mandelbrot, y tiene amplio uso en la teoría del caos para designar a las
huellas, marcas y formas creadas por la acción de sistemas dinámicos caóticos.
Las imágenes que ilustran esta página son fractales matemáticos creados por
ordenador a través de un logaritmo. Su detallada complejidad se produce a
partir de una regla matemática simple: cada dibujo es producido por la
repetición de la misma operación, y el resultado del primer ciclo es el valor
inicial del siguiente. Esta regla, repetida una y otra vez, genera esos dibujos
de indescriptible belleza y variaciones interminables, y que contienen una
característica importante de los fractales: la
autosemejanza. Si miramos detenidamente, ciertos patrones se
repiten, a mayor y a menor escala.
Tres fractales, tres muestras de autosemejanzas: La foto A es un rayo, la B un árbol y la C, el sistema circulatorio humano en un dibujo antiguo. |
La autosemejanza
es una característica de las formas de la naturaleza: un árbol produce formas
autosemejantes en su tronco, que se bifurca en ramas y que se bifurca a su vez
en ramitas más pequeñas. Cada ramita contiene hojas, que a su vez repiten el
modelo dendrítico de las venas. En los fractales de la naturaleza, lo que es
auto semejante se halla mezclado con lo que es diferente, de manera que se
constituye en un desafío a la descripción. Como todo ser viviente, el árbol
repite patrones autosemejantes que lo identifican como miembro de una especie,
y a la vez tiene factores únicos y exclusivos que lo identifican como un
individuo singular.
La autosemejanza
es la que provoca que los hijos se parezcan a los padres, y que la mirada de
los simios guarde similitudes con la mirada de los humanos, sus parientes
biológicos más cercanos. La naturaleza crea variantes y formas diferentes a
partir de la repetición creativa de patrones anteriormente existentes.
►Una nueva estética
A través de la
historia, el arte ha sido parte integral de la experiencia humana en el mundo.
Las culturas agrarias e indígenas vivían rodeadas de objetos –enseres
cotidianos, cuchillos, pieles de animales- adornadas con autosemejanzas de tipo
metafórico. Esas culturas vivían más cerca de las resonancias caóticas de la naturaleza en las que se revela
el espíritu de la vida, que nosotros en nuestras modernas ciudades donde
imperan las mecánicas
y estéticas rígidas de la sociedad industrial.
Pero hay excepciones.
El arquitecto norteamericano Christopher Alexander ha estudiado ciudades que
poseen lo que él llama “la cualidad sin nombre”. Son lugares donde florecen los
fractales y el caos autoorganizado: donde la gente come y baila al aire libre;
donde los adolescentes encuentran lugares seguros en el vecindario, lo
suficientemente independientes de sus padres como para permanecer en él;
lugares donde hay trabajo en común hecho por familias, con niños jugando y
aprendiendo de él. Alexander ha descubierto que, allí donde las ciudades tienen
esta “cualidad sin nombre”, no ha surgido de un plan maestro, sino de gente
común que ha creado su arquitectura a partir de los modelos naturales de su
entorno. Cuando
una ciudad o un edificio adquieren esa cualidad, pasan a formar parte de la
naturaleza.
La quinta ley del
caos nos llama a darnos cuenta de los modelos de la naturaleza para cambiar
nuestra percepción del mundo. “Somos al mismo tiempo el centro del universo y
participantes periféricos en modelos inmensos”. Prestar atención a los rasgos
fractales de la realidad es una manera de ver el misterioso movimiento que crea
el mundo y lo mantiene cohesionado.
La ley de los
fractales nos sugiere la entrada en una nueva racionalidad que incluya no sólo
capacidades analíticas y lógicas, sino también empatía estética con el mundo.
Nuestra vieja forma de razonar, que consideraba el mundo como un objeto externo
para ser diseccionado y controlado, ya no funciona.
“Al final
descubrimos que la
teoría del caos tiene mucho más que ver con el arte que con la ciencia”,dicen
John Briggs y David Peat. “No es arte, pero apunta en la misma dirección. La
dirección que encontramos en las consoladoras imágenes de la naturaleza, la
dirección a la que apunta nuestro esfuerzo para contactar con ese secreto ingrediente del universo que llamamos
espíritu”.
LEY DEL TIEMPO FRACTAL :: La conexión con los ritmos de la vida
La sexta ley nos dice que el
tiempo mecánico del reloj es una ilusión que esconde el verdadero pulso del
universo. El tiempo no es una línea recta, sino un fractal que debemos explorar
para descubrir los matices del universo y de nosotros mismos.
“Es posible experimentar el mundo en un grano de arena y la eternidad en
una hora”. William Blake.
El tiempo en la vida moderna se ha convertido en nuestro
secuestrador. Siempre es escaso, vivimos acomodando frenéticamente una
actividad detrás de otra, tanto en nuestra actividad laboral como los breves
periodos de descanso. Intentamos sincronizarnos con el reloj y nos enfermamos
de ansiedad. El tiempo es una cesta de compra que tenemos que llenar para
sentirnos satisfechos. Y corriendo, perdemos el verdadero sabor de la vida.
En otras culturas
el tiempo es una energía del universo, un río para navegar, un templo en el que
encontrar descanso. En la sociedad industrial, se ha convertido en algo
impersonal y mecánico, desvinculado de nuestra experiencia interior.
La sexta ley del
caos nos dice que es posible recuperar la conexión con los ritmos naturales de la
vida, a través de la noción del tiempo
fractal. El caos nos dice que el tiempo mecánico del reloj es
una ilusión que esconde el tiempo
vivo y vibrante que
se mueve dentro de los detalles de un fractal, y nos enseña a descubrir esta
dimensión para sentir el
verdadero pulso del universo.
►La noción de tiempo fractal
Una historia
sencilla dice que un monje, volviendo de recoger leña en el bosque, se detuvo
maravillado a escuchar el canto de un pájaro. La canción era particularmente
hermosa, y el monje se quedó a escuchar unos momentos, extasiado, antes de
proseguir su camino. Cuando volvió a su monasterio, descubrió caras nuevas.
Mientras estaba escuchando el canto del pájaro, todos sus compañeros habían
muerto y había pasado un siglo. Al entrar plenamente en un momento del tiempo,
el monje había tocado la eternidad.
Este cuento, que
aparece en muchas versiones y culturas diferentes, nos recuerda que la
percepción del tiempo puede ser totalmente diferente a la sincronía del reloj.
Acostumbrados a medir el tiempo a intervalos mecánicos regulares, creemos que
el tiempo es una línea recta dividida en fragmentos de idéntica longitud. Pero
para la teoría del caos, el tiempo es una figura fractal, una línea repleta de
curvas, arabescos y repliegues (ver ejemplos en esta página). Es que en
realidad, no hay líneas simples en la naturaleza. Podemos ver rectas a simple
vista, pero observadas de cerca, o a nivel microscópico, todas las líneas
contienen dibujos caprichosos, giros e infinitos detalles fractales.
Esta noción es
congruente con nuestra experiencia inmediata. Probablemente todos alguna vez
hemos experimentando que el tiempo no transcurre a una velocidad pareja, sino
que hay aceleraciones y momentos de marcha lenta. El tiempo no es como un tren
que viaja a una velocidad regular, en línea recta, entre estaciones situadas a
idéntica distancia. Más bien lo podemos comparar con los vagones de una montaña
rusa, que bajan y suben, aceleran o aminoran su marcha según los caprichosos
diseños del riel.
►Un tiempo no lineal
Sólo basta
repasar nuestras vivencias para verificar la no-linealidad del tiempo.
En los momentos
previos a un accidente donde la vida corre peligro, todo parece detenerse, o
moverse en cámara lenta. Como si cada dimensión del paisaje del accidente se
desarrollara con su propio tiempo, y tuviéramos una eternidad para decidir qué
hacer.
Es frecuente
experimentar un cambio en la percepción del tiempo según nuestros gustos y
emociones: conversando con una persona que nos interesa, mirando el fluir de un
arroyo o simplemente escuchando soplar el viento, es posible sentir una
dimensión del tiempo diferente a la del reloj.
La percepción del
paso del tiempo cambia con la cantidad de actividades desarrolladas. El
tiempo arrastra los pies cuando estamos aburridos, pero pasa rápidamente si
estamos atareados.
Un tiempo vacío
puede ser interminable en el presente, pero corto en la memoria. Un hombre pasa
un año en la cárcel. Cuando sale, siente que el tiempo casi no transcurrió. La
ausencia de eventos dignos de recordarse durante 12 meses, aparte de las
monótonas rutinas carcelarias, comprime el recuerdo de esos días en su mente.
Hay muchas más
evidencias. Los psiquiatras dicen que un sueño se desarrolla en el cerebro en
pocos segundos, pero esos segundos pueden contener una larga y compleja
historia.
La medida es
tiempo es cultural. Los polinesios miden las horas del día por períodos
“desiguales”, porque no las relacionan con el tiempo mecánico del reloj
occidental, sino con la cantidad de actividades contenidas en cada momento del
día.
En síntesis: el
tiempo es más una medida de la actividad en contacto con el entorno, que una
sucesión lineal de intervalos.
►Recuperar el pulso del mundo
Sin embargo,
desde hace dos siglos estamos entrenados para sincronizarnos con las máquinas
que nos rodean. El reloj fue el gran fundador de la revolución industrial.
Antes de la sincronización del trabajo y las actividades humanas que introdujo
el capitalismo, el tiempo estaba más conectado a los ritmos de la naturaleza y
al movimiento de los astros. Pero con la regimentación de la vida por la
sociedad industrial, se asocia el tiempo con la economía y el dinero. Piénsese
en la frase “el tiempo es oro” y en todas las expresiones asociadas: el tiempo
“se pierde”, “se gana”, “se ahorra” o “se gasta”.
Por eso,
obsesionados por acompasarnos con el reloj, nos cargamos de la mayor cantidad
de tareas posibles, vamos de cola en cola nerviosos empujando a los demás para
que se adapten a nuestros horarios, mantenemos pulsado el botón de ascensor
como si fuera a subir más rápido, o discutimos con alguien por escasos minutos.
Recordar que el
cosmos no funciona así nos permite recuperar la conexión con los ritmos naturales. Nuestro cuerpo,
una especie de universo condensado, está lleno de relojes internos: el del
sueño, el del metabolismo, cada reloj que enciende o apaga una actividad
inconsciente. Ninguno de ellos funciona a intervalos idénticos. Un reloj vital,
el corazón, no se acompasa como un reloj: sus latidos tienen fluctuaciones. Si
asume un ritmo regular, va camino a un paro cardiaco.
La sexta ley nos
invita a explorar los detalles fractales del tiempo para descubrir matices
inadvertidos del universo y de nosotros mismos. El envejecimiento de los
árboles, el paso del sol en el cielo o el pulso de las estaciones tienen su
ritmo propio y único. Asimismo nosotros.
Si pasamos la
tarde en una actividad vacía, sentiremos que el tiempo transcurre lenta y
pesadamente. Pero si acometemos una tarea que despierta nuestro interés y
entusiasmo, al llegar la noche sentiremos que nos faltó tiempo. Según el reloj,
ambos periodos fueron iguales, pero en uno el tiempo sobró, y en otro fue
escaso.
La perspectiva
del tiempo fractal dice que no
necesitamos más tiempo: sólo
un tiempo pleno. Motivar
nuestro corazón y cultivar el compromiso con lo que hacemos, es lo que
enriquece nuestra percepción y marca la diferencia.
LEY DE LA NUEVA PERCEPCIÓN :: Volver a unirse con el todo
La última ley del caos
incluye y resume todas las anteriores. Nos invita a experimentar la solidaridad
con el universo desde la perspectiva de un nuevo holismo que supere la mirada
reduccionista de la sociedad industrial.
La séptima ley de
caos es una invitación a asumir una nueva perspectiva de nuestra existencia
personal. El caos nos recuerda que la percepción de nosotros mismos como un Yo aislado del exterior es un concepto relativamente nuevo en
la historia, que se remonta a los albores de la modernidad, y nos sugiere
redimensionarlo para vivir en armonía con el maravilloso mundo que nos rodea.
Así como todas
las religiones insisten en ver el cosmos como una totalidad indivisible, la
teoría del caos nos ofrece la percepción de un mundo interconectado, orgánico,
de una pieza, sin costuras: el todo.
►Un sentimiento religioso
Hay pocas
imágenes que nos conmuevan tanto, sin distinción de credos o nacionalidades,
como la de nuestro planeta
azul visto desde
el espacio. Inspira sensaciones religiosas. Nos recuerda que el universo tiene
un propósito que supera la capacidad de comprensión humana. El astronauta Edgar
Mitchell experimentó ante la visión de la tierra desde el espacio que “en el
universo había inteligencia, amor y armonía” y describió al globo como “una
vislumbre de divinidad”. El astronauta ruso Alexie Leonov reaccionó diciendo
que “es nuestro hogar y debe ser defendido como una reliquia sagrada”.
Estas visiones se
complementaron, en las últimas décadas, con nuevas perspectivas científicas que
apuntan a recuperar la dimensión holística de nuestro mundo. El biólogo James
Lovelock llegó a la conclusión de que nuestro planeta es un ser vivo, donde la
vida como un todo regula la actividad, con los bosques, los ríos y los mares
como sus órganos. Lovelock llamó Gaia a esta concepción, donde hasta el más
simple de los microorganismos desempeña un papel importantísimo.
Es curioso pensar
que a
medida que descendemos, bajo esa visión de totalidad, aparecen las fronteras,
líneas de propiedad, luchas sectarias y raciales, conflictos de intereses y
nuestros propios yoes competitivos… El mundo de nuestros días está aún
dominado por una perspectiva mecanicista, que tiende a trazar líneas
demarcatorias, separar al mundo en partes y postular la supremacía de los
intereses egoístas.
No siempre fue
así en la historia de nuestra especie. La perspectiva mecanicista es la
antítesis de la totalidad, y paradójicamente se originó en las concepciones
holistas del mundo que eran propias de la edad media. Aquel proceso histórico
cambió la mente de la humanidad, y alumbró en pocos siglos la actual revolución
científica y tecnológica.
►El surgimiento del mecanicismo
Durante el
periodo medieval, la Tierra era considerada un ser vivo, y los humanos, meros
asistentes de la naturaleza. Las tareas cotidianas tenían un carácter sagrado,
el ritmo de la vida estaba vinculado con los movimientos de los astros y el
destino de las gentes sobre la tierra estaban unificados con los movimientos de
las estrellas: “Como
arriba, abajo”.
Este “holismo
medieval” prevaleció en Europa, hasta que hace 800 años comenzó el proceso a
través del cual la
naturaleza fue objetiva y exteriorizada. Se comenzó a
considerar a los hombres como individuos con sus propios deseos y aspiraciones.
Surgió la noción de “conciencia” individual. Con el Renacimiento, el hombre se
convirtió en la medida de todas las cosas. Comprender se convirtió en
descomponer las cosas en sus elementos y explicar los lazos causales que las
unían. La
naturaleza se convirtió en un gran relojque la ciencia podía
montar y desmontar. La predicción y el control se tornaron el credo central de
la nueva sociedad científica.
A causa de su
éxito, la ciencia aceleró la mecanización de la sociedad, profundizando la
percepción de un universo mecánico. Al cabo de 800 años, esta revolución
permitió desarrollar una vasta de red de transportes y comunicaciones, crear
nuevas sustancias y controlar potentes fuentes de energía.
Pero al mismo
tiempo comenzó a vislumbrarse el lado oscuro de este camino.
La tendencia
actual sugiere que estamos experimentado una “crisis de percepción”, un giro
mental, una reorganización radical en la manera en que concebimos el mundo. La
actual contemplación analítica de la realidad es “inadecuada para tratar con
nuestro mundo superpoblado e interconectado”, dice físico Fritjof Capra.
La ciencia y la
tecnología nos han deparado innumerables beneficios, pero la inmersión en su
mundo reduccionista nos ha hecho perder nuestra empatía instintiva con el mundo
natural. Hemos cosificado al mundo, y tendemos a comportarnos nosotros mismos
como objetos manipulables. Como dijo Henry Thoreau:“Los hombres se han
convertido en herramientas de sus herramientas”.
Cada vez es más
difícil saber si nuestro “progreso” nos conduce a una mejora en la calidad de
vida. Hemos conseguido una superabundancia de consumo y producción para
millones de personas, pero la angustia, la soledad, y los sentimientos de
depresión son masivos.
►Volver a unirse con el todo
Pese a siglos de
individualización forzosa, bajo nuestros sentimientos de aislamiento, sobrevive
un sentimiento de pertenencia y de interconexión con el mundo. Una prueba es la
“culpa” que se percibe en los supervivientes de un desastre. A aquellos que
quedan vivos les queda un remordimiento angustioso por no haber sido ellos los
muertos. La “culpa por la supervivencia” sugiere que en los fundamentos de
nuestra psique reside un sentimiento de solidaridad con toda la especie humana.
La séptima ley del caos nos invita a experimentar la solidaridad con el universo. Esto tiene que ver con
liberarnos del hábito crónico de pensarnos como meros fragmentos inconexos. Con
dejar de poner énfasis en el yo aislado y pensar que sólo podemos conocer
individualmente, para considerar que podemos pensar de manera conjunta.
Tiene que ver con la necesidad de cambiar nuestra
perspectiva de lucha heroica e individual, y cambiarla por una de colaboración
y co-desarrollo. Con dejar de ver la naturaleza como algo aislado y externo y
darnos cuenta que somos parte esencial de ella.
Tiene que ver con
darse cuenta de que el observador siempre es parte de lo que observa. Con
abandonar la obsesión con el control y la predicción, y sustituirla por una
empatía y sensibilidad hacia el cambio y lo emergente.
La nueva
percepción nos invita a no
rechazar la
comprensión renacentista de nosotros mismos como individuos, ni sus avances
científicos y tecnológicos. Pero sí asumir esos significados como metáforas y
fractales de la totalidad.
La séptima ley
del caos, que incluye y resume todas las anteriores, tiene que ver con una
nueva compresión del tiempo y nuestro camino a través de él. Y tiene que ver,
por supuesto, con la utilización de la influencia sutil para convertirnos en participantes del planeta azul, antes que en sus
gerentes.
@JAVIERARAGON - JAVIER ARAGÓN, EL DOMINGO, 28 DE OCTUBRE DE 2012
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