Se cumple y culmina la novena edición del festival internacional de cine del Sahara, resulta impensable para cualquier persona coherente que algo así deba de ser revindicado por medio de un festival de cine. Nueve años en los que infinidad de personas conocidas o anónimas, colectivos o personas unitarias han aportado su granito de arena para que esta realidad deje de serlo, para que se cumplan los tratados, para que se respeten a los pueblos y sus libertades. Es por ello que hoy desde mi humilde blog, os acerco el manifiesto.
Los invitados a la novena edición del Festival Internacional de Cine del Sahara después de haber convivido una semana con distintas familias del campo de refugiados de Dajla hemos decidido presentar este texto a la sociedad civil.
Sabemos que son cientos los comunicados y manifiestos
redactados por esta causa a lo largo de los años. Sabemos que son muchos los
que creen que las palabras son cáscaras vacías que se lleva el viento y que
estos manifiestos son brindis al sol destinados a llegar a ninguna parte.
Sabemos
que no son pocos los que creen que esta es una causa perdida. Pero nosotros
creemos distinto. Hemos aprendido de los saharauis que la dignidad no
conoce plazos y que la lucha pacífica de este pueblo por retornar a su tierra
no cesará hasta que se les devuelva lo que les pertenece por derecho.
Hemos
aprendido de las revueltas árabes que las palabras son llaves en el motor de la
voluntad y la voluntad de la gente unida puede tumbar regímenes que parecían
eternos. Hemos aprendido que la vida de los pueblos es más larga que la de los
dictadores que los oprimen. Por eso si es necesario repetirlo todo otra vez lo
repetiremos una vez o dos o cien o mil o las que sean necesarias para prender
en la voluntad de la sociedad civil y mover esta montaña que sabemos que no es
ni puede ser eterna.
Tras abandonar España la colonia que tenía en el
Sahara Occidental este país sufrió la ocupación de Marruecos ante la lacerante
pasividad de España. La ocupación trajo consigo una violenta represión
bajo la que se escondía una voluntad de genocidio. Ello condujo a una guerra
entre el pueblo saharaui y Marruecos. Guerra que se prolongó durante 16 años y
que se cerró con la firma de un acuerdo entre las partes patrocinado por EEUU y
Naciones Unidas.
En
ese acuerdo Marruecos se comprometía a celebrar un referéndum en el que los
habitantes del Sahara Occidental decidirían sobre su futuro. Ese referéndum no
solo no se ha celebrado sino que los habitantes del Sahara ocupado sufren a
diario la negación de su identidad, la represión, la cárcel e
innumerables torturas por luchar por la independencia de su país.
El
encarcelamiento, las palizas, las violaciones y las desapariciones son
desgraciadamente prácticas habituales. Por otra parte los exiliados de aquella
ocupación llevan 37 años viviendo en campos de refugiados en durísimas
condiciones.
No nos vamos a dirigir a los gobernantes españoles que
sean del color que sean han apoyado a los saharauis estando en la oposición y
los han abandonado al llegar al gobierno. Ni tampoco a los responsables de la
MINURSO, la delegación de la ONU para la celebración del referéndum que ha
mostrado una pasividad criminal ante los constantes abusos a los derechos
humanos, ni tampoco al gobierno francés que se empeña en vetar una y otra vez
toda vía de presión a Marruecos no ya para que cumpla sus compromisos sino
siquiera para que abandone la sistemática tortura y represión de este pueblo.
Nos dirigimos sin embargo a la sociedad civil española, francesa e
internacional para que presionen a sus gobernantes e instituciones para
resolver esta indignidad que se prolonga desde hace ya demasiado tiempo.
Se ha de celebrar de una vez por todas el referéndum en
el Sahara Occidental, La ONU debe asumir la vigilancia en el cumplimiento de
los derechos humanos en los territorios ocupados antes de que el siguiente
muerto sea la mecha que obligue a los saharauis a retomar un camino, el de la
violencia, que ni ellos mismos desean. El gobierno español debe asumir sus
obligaciones como estado descolonizador y situar la defensa de los derechos
humanos por encima de ningún otro interés económico.
Sabemos que nada moverán los gobiernos si no son forzados
por sus ciudadanos a ello y por eso es a estos a quienes nos dirigimos para que
piedra a piedra, palabra a palabra, gesto a gesto se sumen a nuestra voz en
esta demanda, en esta exigencia impostergable. Porque sabemos que la única
lucha que se pierde es la que se abandona.
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