Dicen que soy Tauro, es decir, paciente, persistente, decidido y fiable.
Es verdad. Nací en primavera, y hoy es mi cumpleaños. Para que vengan tod@s he
comenzado a celebrarlo unos días antes. No importa. También será el aniversario
de otros, el aniversario de tod@s. Ahora nazco cada día y para el resto de mi
vida. Soy #15m
Hace un año sentí que el
mundo en el que vivimos cambiaba, sentí como por primera vez las jóvenes
generaciones hacíamos algo y actuábamos en consecuencia, nos obligaron a dar
respuestas que no teníamos, nos intentaron hacernos sentir culpables por habernos
enseñado un sueño en el que la vida no era ni precaria, ni injusta. Juntos
despertamos hace un año para unirnos por lo que nos une y olvidarnos de lo que
nos separa.
El sábado encontrándome
de nuevo en el centro de la puerta del Sol fui consciente de nuevo, consciente
de que un mundo más igualitario es posible, consciente de que todavía queda
corazón y humanidad y sobre todo y más importante fui consciente de nuevo de
que estamos vivos, más fuertes que nunca y con ganas de seguir adelante. Os
confesaré que adormecido y cansado al grito de “Si se Puede” desperté de nuevo.
Un año de idas y venidas,
de esfuerzo, de unidad. Recodar gritos en Sol a son de: “Barcelona no
estás sola” hace que se me ponga la piel de gallina. Recordar a Francisco, que
estuvo en Sol desde que comenzó el movimiento y se ayudaba de un megáfono para
agitarnos. Sus palabras eran escuchadas con atención por tod@s los presentes,
así decía: "El 15-M es políticamente lo más grande que ha pasado en este
país desde 1939".
El movimiento que comenzó
hace un año ha aportado mucho más que unas simples acampadas lo largo y
ancho de este planeta. Inspirado por la primavera árabe, ha conseguido ser un
referente mundial influenciando a otros movimientos en todo el mundo, llegando
al caso de Occupy Wall Street, ha devuelto al parlamento y, lo que es más
importante, a la calle unas ideas y unos planteamientos democráticos que
parecían olvidados.
Poner de relieve la
injusticia de algunos desahucios, reclamar un sistema democrático más
transparente y cercano al ciudadano, reclamar un mayor control sobre las
decisiones de la banca, o incluso recordar la importancia de un parlamento que
no esté dominado por el bipartidismo, han sido algunas de sus claves. Tras el
tsunami inicial, se ha convertido en una incesante lluvia fina que ha ido
calando en la sociedad española e internacional. Aquellos mismos que critican
al 15M se han visto afectados por él, reclamando derechos que hace un año y
medio ni se planteaban. Ése es el gran mérito del movimiento que hoy cumple su
primer aniversario, poner de nuevo sobre la mesa temas que habían sido
apartados por una sociedad acomodada y que no salía a la calle.
Despojados de lo que nos
conectaba al resto de los humanos, la alegría en común, la empatía, la
capacidad de escuchar, de comunicarnos, de potenciarnos, de amarnos, para
dejarnos envasados herméticamente en paquetes individuales y almacenados de por
vida. Aislados llegamos a combatir esa dinámica alienante poniendo lo
mejor de nosotros en cada plaza, en cada parque y en cada ciudad. Sabíamos que
quienes la perpetuamos y alimentamos éramos nosotros mismos y por eso junt@s
fuimos a acabar con ello.
Fuimos a las plazas a
cortocircuitar ese sistema que tantos años estuvimos reforzando y que nos
comía la propia vida. Cómo explicárselo a quienes no creen que esto sea
posible. También salimos a encontrarnos unos con otros. Hartos de estar
encerrados en casa, envasados al vacío frente a la tele, hartos de rozarnos
apenas en los bares, en el fútbol, hartos de no llegar a conocernos nunca.
Salimos a habitar por fin un espacio común. A crear con nuestra presencia
un espacio nuevo en el que hablar, contarnos quiénes somos, qué
necesitábamos y que sabíamos o qué habíamos aprendido.
Nos juntamos en las
plazas para hablar, para decidir juntos lo que queremos, para que nadie
decidiese más por nosotros lo que no queremos. Salimos y nos juntamos en
las plazas para compartir nuestros saberes, para generar alegría, potencia y
vida. Con ello, alteramos lo privado y lo público.
Salimos para cambiar lo
que hay de gris en nuestra vida de trabajo, fútbol y bares. Y con ello para
cambiar el mundo, porque lo personal sigue siendo incuestionablemente político
y lo político empieza por lo personal. Salimos a indagar con quién vivimos y
nos dimos cuenta de que no es verdad lo que nos habían contado. No somos
distintos, no estamos lejos, no somos adversarios, no queremos robarnos unos a
otros lo poco que tenemos.
Nos hemos dado cuenta de
que somos uno mismo, incluso si no compartimos la lengua ni el equipo de fútbol
o el partido político. Nos caemos bien, estamos a favor unos de otros. Hemos
descubierto que somos más generosos de lo que creíamos. Nos interesa lo
que nos estamos contando y queremos seguir hablando. No queremos volver a
nuestra casa, nuestra tele y nuestro envase al vacío. No queremos dejar que de
nuevo nos impidan sentarnos en las plazas y nos cierren las ciudades y los
continentes. Ahora queremos saber qué cuentan en las plazas de otros países,
incluso más allá de los muros de Schengen.
Hemos descubierto que
habitar estas plazas es darles vida y que dar vida juntos a nuestras ciudades
es darnos vida a nosotros mismos. Hemos descubierto que todos juntos lo
hacemos mejor que ellos. Que juntos estamos mejor que solos. Hemos descubierto que
la política era precisamente esto. Y estamos pletóricos. Cómo explicárselo
a ellos, que no sienten este gozo.
No somos apolíticos: simplemente, le negamos el
carácter de lo político al teatro de la política partidaria y nos lo apropiamos
desde las plazas que defendemos y desde las que lanzamos el desafío. No nos dejemos engañar por la marca de lo
cívico: no es más que la cosmética del creciente control del espacio público;
no es más que la burda justificación de nuestra expulsión de las calles y
plazas.
Hallamos en todas partes
la misma pena de vivir, el mismo dolor y la más absoluta ausencia de
horizontes. En todas partes la misma oscuridad, la misma noche. Y ante
todo, la certeza de estar ante una realidad que, con la más vejatoria de las
indiferencias, tritura de forma persistente nuestras vidas. La realidad ha
demostrado que su único sentido es perpetuarse en esta agresión a la que
sobrevivimos cada día, y su único límite lo halla en la posibilidad de que
sucumbamos a nuestras propias vidas.
Solo una experiencia
privada, aislada y solitaria de esta fragilidad de vivir ha permitido que las
cosas sigan su curso normal. Normalidad significa hacer la experiencia
privada de nuestra desesperación. Normalidad significa guardar silencio, y
aguantar a solas el peso de la realidad. Normalidad significa perpetuar,
mediante la más humillante de las complicidades, el actual estado de
cosas.
La precariedad no es una
categoría económica, es una categoría que habla de nuestra existencia.
'Precariedad' significa tener una vida que pende de un hilo. Se manifiesta
de forma encarnizada en nuestras vidas: no es una imagen, ni una simple manera
de explicar las cosas. La precariedad es lo que somos a cada instante y de
forma inevitable, esto es, una vida rompiéndose, un querer vivir debilitado.
De la misma
manera, casi 6.000.000 de parados no es un dato, no es estadística. La
única verdad del paro, es la de la imposibilidad de tener una
vida. Sabemos que la realidad se organiza en relación a la dicotomía tener
dinero/no tener dinero. Tener dinero significa estar 'dentro', poder tener una
vida, que en cualquier caso será poco más que una vida precaria. El reverso de
tener una vida es no tenerla. Una persona en paro es una persona a la que
se le ha denegado la posibilidad misma de tener una vida. Está muerto
socialmente. En medio de todo este desastre sobrevivimos de forma anónima y
ayudados sobre todo por nuestros allegados: familia, pareja, amigos… Habiendo
llegado a este punto, nuestra capacidad de aguante, de ayudarnos, de tendernos
la mano unos a otros en las peores horas ha quedado demostrada con una grandeza
que ningún representante del pasado, actual o futuro sistema político podrá
jamás llegar a comprender.
Esa es la verdad que nos
pertenece, y es inexpropiable. Es el pequeño espacio de dignidad que hemos
conquistado en nuestra particular lucha contra la vida. Ahora, además, la hemos
politizado. La toma de las plazas en las principales ciudades del
país y del mundo nos habla de todo esto. Pero nos
habla también del momento en que hemos decidido por fin tomar partido
y rechazar el actual estado de las cosas.
Hemos convertido en
fuerza nuestro anonimato y en desafío nuestra desesperación. Hemos
comprendido que la dignidad no es negociable, que no se pide: se
toma. Hemos comprendido que lo que está en juego nos es otra cosa que
nuestra propia vida. No podemos parar ahora porque ante una realidad que
nos agrede de forma constante solo nos queda un enfrentamiento constante. Que
las condiciones de vida en las que estábamos forzados a vivir eran
insoportables lo sabíamos todos. Ahora sabemos además que podemos contestarlas,
que podemos debatirlas, que juntos podemos intentar no solo cambiarlas sino
mejorarlas, nuestras condiciones de vida comienzan por nosotros mismos.
La normalidad nos habla
de cómo actuamos cuando tendemos a ser como la sociedad nos impone que
seamos, la normalidad es confundida es
este aspecto con la pasividad de saber y no querer creer,
o lo que es lo mismo de conocer el problema pero por miedo no asumirlo.
Al tomar las plazas en un
delirio colectivo que rompía el sentido común – el sentido común como el Pepito
Grillo de la conciencia seguía diciéndonos ¿para qué? – es la calle quien
habla. Nosotros. Entonces vemos que no nos hacen falta banderas para
identificarnos. Somos sencillamente los que decimos Basta ya. Queremos vivir.
Y sabemos que el querer vivir no es mío sino que lo comparto en la sonrisa
cómplice del que tropieza conmigo en una plaza a rebosar, en la alegría de
estar juntas. ¿Qué es la Puerta del Sol? ¿Qué es la Plaza Catalunya? ¿Qué son
tantas y tantas plazas abiertas? Un espacio del anonimato, un agujero negro. La
autoorganización de la fuerza colectiva. La invención concreta y práctica
de otro mundo.
De otro modo de vivir, de pensar, y de amar. Esto es lo que da más miedo al
poder ya que no puede controlarlo. Esa fuerza de resistencia y creativa que se
expresa en las numerosas frases inventadas, en los corrillos de
discusión, en asambleas multitudinarias, en las cocinas, en cada rincón.
Gracias a las plataformas
que iniciaron el 15M y a la gente que se sumó, la sociedad se despertó hace un
año de un letargo. Mis pensamientos me llevan a creer que la sociedad sigue
estando aún mas harta de ser expoliada. Es la hora de que la sociedad siga
sentándose en las calles y plazas pacíficamente para protestar contra el robo
indiscriminado de derechos sociales que están suponiendo los últimos años de
decisiones políticas. Sentarse en el suelo levantando las manos y gritar
"estas son nuestras armas", "Si se puede" o tres mil
canticos más hasta que los políticos se quieran dar cuenta de que no nos vamos
a ir, que estamos en nuestro sitio, que ponernos en la plaza no es fácil por
mucho que lo parezca, que no es ponernos. Es exponernos.
Es el momento de vovler a
salir a las calles de España, a las calles del mundo y alzar la voz de la razón
por el bien de TODAS las personas que habitamos el planeta. Tantas
vivencias, tantos recuerdos que hoy serán revividos y recordados convertirán el
15 de mayo de 2012 como el primer aniversario de un cambio global.
Recuerda que cuando la lluvia no cesa, nosotr@s somos más libres, libres para hablar, para pensar, para imaginar como pudiera ser el mundo en el que nos gustaría vivir dentro de unos años, el mundo que nos gustaría que nuestros hijos heredaran dentro de unas décadas.
¡Feliz 15 de mayo para
tod@s!
¡Recordamos el olvido! #21J
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