Habitamos un mundo enorme y existe una cuestión, una gran pregunta, un gran paradigma del que todavía no he hablado en #LosTweetsDebenFluir. Este es sobre la existencia y los diferentes estatus en los que cada persona ve o no a Dios.
Es una de las cuestiones que
genera incredulidad y sorna en aquellos que miran a la vida como la suma de
moléculas "paradójicamente vivas", por estar juntas. Por cierto, para
responder si Dios existe o no, habrá que indagar quien es él.
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Definiciones de Dios
existen miles y quizá ninguna nos convence plenamente. Muchos, simplemente
dudamos de los conceptos y tenemos nuestro propio concepto; otros, no hacemos
preguntas y simplemente aceptamos la definición que nos da el párroco o el pastor.
Estando limitados a
la función de nuestros “instintos”, la definición de Dios que posiblemente nos
convenza más sea la definición antropomórfica, o sea, la de aquel ser, similar
al ser humano, con apariencia de viejo que está sentado sobre una nube,
vigilando a pecadores y no pecadores para premiarlos o castigarlos. Aquellos
que somos más “emoción”, quizá, como Dios, nos convenza más la figura del hijo
de Dios, clavado en una cruz, mostrándose más humano. Si somos más “mentales”,
seguramente nos impactará la figura conocida del hijo de Dios, en un cuadro,
observándonos con amor y sabiduría. Para otros, Dios seguramente será
simplemente aquel ojo que todo lo ve. Finalmente, para aquellos que son
teólogos, filósofos, monjes, investigadores, pensadores y otros, los conceptos
de Dios serán simplemente aproximaciones a lo que él realmente es.
Y por cierto, la
figura de Dios tiene otras variantes en el mundo de los budistas, hinduistas,
mahometanos, judíos, etc. Entonces, podemos decir que cada quien ve a Dios con
sus propios ojos, y lo define conforme a sus propios instintos, emociones,
pensamientos e/o intuiciones personales. Así se podría decir que cada persona
tiene su propio Dios. En estas circunstancias, y conforme la percepción
individual, podríamos afirmar que cada quien tiene su Dios personal, a pesar de
que esto suene a “caos universal”, en función de la idea que se tiene de la
existencia de un único Dios.
En este entorno de
sensaciones múltiples, y tomando en cuenta la percepción limitada del ser
humano, Dios está ahí, ─independiente o interdependiente de la percepción
personal o grupal─, en la vida de la persona, del grupo, de la sociedad y del
planeta como un todo, puesto que Dios es la Vida Misma, y mientras haya vida en
nuestro Universo, Dios está ahí, en la realidad circundante.
Si Dios es la Vida
Misma, ¿la vida sólo se circunscribe a la Tierra? A partir de los últimos
descubrimientos del Universo, a través de los telescopios espaciales como el famoso Hubble, hoy en día pensar que sólo existe vida en la Tierra, es una
"excesiva ignorancia". Una buena parte de los astrofísicos y
astrónomos, consideran viable la existencia de vida en otros planetas. Hasta el
mismo Vaticano, por intermedio de sus astrónomos, acepta la posibilidad de vida
en otros astros. Entonces, Dios no solo está en la Tierra, sino que está en
todo el Universo, y esto nos da la esperanza de que el flujo armónico de la
vida, de Dios, nos toque en algún momento. Ese flujo armónico lo observamos en
la naturaleza (p.e. flores, plantas, estructuras moleculares, células, etc.) y
en aquellos seres humanos que dejan que la Vida emerja en y de ellos.
¿Si Dios es armonía,
por qué una buena parte de los seres humanos tendemos a la desarmonía? Los
efectos de está desarmonía humana se reflejan en problemas y trastornos
psicológicos, en problemas y rupturas familiares, en problemas de equidad y
justicia social, en desequilibrios hombre-naturaleza, y otras disfunciones de
distinta índole.
Justificar la gran
desarmonía que sufre hoy el hombre podría conducirnos a justificar el mal que
hoy impera sobre el planeta Tierra. Esto nos llevaría a la decepción y a la
desesperanza. Personalmente, no justifico la existencia de la desarmonía, sin
embargo veo la existencia de la misma y su efecto nocivo en el comportamiento
humano y sobre toda vida en la Tierra. Hay quienes señalan que el mal es
necesario, y hay otros que simplemente niegan su existencia.
Filósofos y
representantes de distintas religiones han enfatizado o enfatizan que la
armonía está presente en la vida del ser humano. Hablando simbólicamente, el
organismo sano es una muestra del funcionamiento armónico de la vida. Las
enfermedades son fruto de la desarmonía. Un organismo sano es siempre armónico;
por lo tanto el ser humano, en esencia, es armónico.
¿Cuándo surge la
desarmonía en la vida del ser humano? ¿Por qué surge esa desarmonía? Para dar
respuestas ciertas a esas preguntas tendríamos que remontarnos a miles y miles
de años atrás, o quizá, mucho más. Como referencia, la historia de Prometeo es
el relato que nos puede conducir a contestar, ─de forma simbólica─, a las
preguntas mencionadas. Por otro lado, existen relatos antiguos que hacen parte
de la historia oculta de la Tierra y que nos podrían ayudar a dilucidar el por
qué de la desarmonía.
A la gente que vive
el día a día no le interesa aclarar historias ocultas, ella vive la vida
conforme ella se presenta. A aquellos que tenemos la inquietud de saber más y
que tenemos el deseo de salir de la desarmonía, nos es indispensable llegar a
comprender el por qué de la situación actual de la humanidad. Y por esto
investigamos, leemos, estudiamos, nos informamos y sacamos conclusiones, y
después intervenimos en la realidad (personal, familiar, social, ecológica,
física, profesional etc.), para que la misma sea, cada vez más, armónica. Y ahí
está el quid como le decía a una persona en el día de hoy, la transformación es
el quid de la cuestión. Cuanto más se transforma la realidad, más se va hacia
la armonía; y la transformación es movimiento de energía “de aquí para allá, y
de allá para acá”. Los grandes revolucionarios fueron aquellos que
posibilitaron o incentivaron la transformación de la persona y del mundo;
aquellos que intentaron mantener a la humanidad en el atraso y en el statu quo
fueron los tiranos, los autócratas, los dogmáticos y los de mente estrecha.
Hoy en día se habla
de autorregulación organísmica y de homeostasis psicológica que conducen e
involucran buscar y encontrar la armonía del ser. La autorregulación
organísmica, de acuerdo a los teóricos gestaltistas, es un proceso interno que
conduce a la persona a reconocer sus necesidades y llenar las mismas de forma
espontanea, procurando el equilibrio homeostático. Cuando la persona llena sus
necesidades, entonces se produce la homeostasis psicológica, o sea, la armonía
del ser.
Nuestro planeta tiene
todo para que el ser humano llene sus necesidades y por lo tanto, para que las
personas vivan en un ambiente donde se estimule la armonía del ser. Se puede
afirmar de forma simbólica o de manera real que “Dios ha proporcionado y
facilita al ser humano un ambiente donde la armonía es el tono predominante”.
Sin embargo, al hijo pródigo (el ser humano) se le ocurre generar desarmonía.
Para algunos, tal vez esto pase porque la humanidad está en una fase infantil;
el niño pequeño simplemente desordena todo, y sus padres no se asombran ya que
saben que su hijo es todavía un inmaduro. Para otros, la humanidad está en su
fase de la adolescencia, donde los conflictos son comunes, y esto pasará en
algún momento (Después de la adolescencia viene la adultez). Y para otros,
existen personajes, líderes de estados o empresas, líderes de opinión, Gurús
del siglo XXI que los llaman otros, estos se identifican de forma excesiva con
el poder y/o la riqueza y provocan condiciones de desigualdad y separatividad
entre los seres humanos provocando la desarmonía.
A partir de estas
reflexiones, las personas o grupos tendríamos que ubicarnos en algún escalón,
para ser sujetos indiferentes, individuos de cambio o personas que mantienen el
“statu quo”. Si somos indiferentes, tendremos que asumir que de alguna manera
somos cómplices para que la desarmonía se mantenga o se intensifique en nuestra
sociedad. Si estamos a favor de la “cristalización” de la sociedad y de
fomentar la desarmonía, debe estar claro que hemos optado por participar en el
equipo que desea que la humanidad involucione. Si todavía nos queda la
capacidad de tomar conciencia de la armonía de nuestro ser interno, de la
armonía familiar, de la armonía entre los grupos y entre los pueblos, entonces,
tomemos la bandera de la transformación para conducirnos más allá de los
sistemas socioeconómicos imperantes, más allá de los dogmas religiosos y más
allá de la vida superflua. Así la armonía se impondrá sobre la desarmonía y por
fin, llegará el instante en el que tod@s seremos felices de una vez por todas.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
- Bailey A. (2005). Tratado sobre Fuego Cósmico. Argentina: Editorial Kier.
- Blavatsky H.P. (1982) La Doctrina Secreta (6 Tomos.). Buenos Aires: Editorial Kier
- Polster E. & Polster M. (1980). Terapia Guestáltica. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
- Prado I. (2006). Dinámica de Grupos y Percepción Continua. Cochabamba: CEGCO.
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- Blavatsky H.P. (1982) La Doctrina Secreta (6 Tomos.). Buenos Aires: Editorial Kier
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- Prado I. (2006). Dinámica de Grupos y Percepción Continua. Cochabamba: CEGCO.
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