El guión de tu vida, ¿quién lo escribe?
Hace ya tres años, conocí a una persona
que siempre que se le planteaba una oportunidad de cambiar determinadas
situaciones o de realizar acciones concretas en beneficio de otras personas, la
primera pregunta que realizaba era “¿cuándo?” Y empezaba un plan de acción.
Las personas de éxito hacen las cosas que no les gusta hacer a las que fracasan (M.Gray)
¿De qué depende el comportamiento de las
personas? Con esta pregunta empiezo muchos de los seminarios que imparto.
Respuestas se dan muchas y variadas, por ejemplo depende del carácter, de la
personalidad, de la educación y formación, de la cultura, del ambiente
exterior, de la autoestima, de los intereses, etc.
Todo este conjunto de razones conforman
nuestra mentalidad y nuestra mentalidad nos da una visión concreta de la
realidad. Esa forma de ver, ¿está determinada en mis genes, por así decirlo, o
es de libre elección? Sabiendo que existen grados de un extremo a otro, ¿vemos
el mundo como una fiesta o como un lugar de sufrimiento? Hasta aquí para la
reflexión personal.
La proactividad es lo contrario a la
reactividad y no tiene nada que ver con la actividad o activismo. Ser proactivo
no significa tener que estar siempre haciendo cosas. A veces se relaciona la
proactividad con la iniciativa, pero aunque guardan cierta relación en un
sentido determinado, no es lo mismo.
El proactivo provoca que las cosas
sucedan. No espera que sucedan por sí mismas o que alguien se ocupe de ellas.
La proactividad significa que somos
responsables de nuestros actos, pues tenemos la posibilidad de elegir cómo
actuar, o, por lo menos, de elegir la actitud que deseamos frente a los
acontecimientos que se nos imponen. En nuestro interior podemos decidir el modo
en que nos afectan los acontecimientos. Nos pueden arrebatar la libertad
exterior, pero nunca la interior (Viktor E. Frankl)
El reactivo emite una respuesta ante un
estímulo sin esperar que intermedie la voluntad (como los experimentos de
Pavlov) La persona reactiva se expresa de la siguiente manera: “hay personas
que me sacan de mis casillas” o “hay situaciones que me ponen nervioso.” De
esta forma le viven la vida, no la vive por sí mismo.
¿Quién escribe el guión de mi vida? ¿Soy
yo el guionista o soy un actor de un papel que otro escribe por mí? Las circunstancias
y las personas hacen que el reactivo baile al son que otra gente toca. Todo
reactivo echa la culpa de lo que le pasa a las circunstancias u otras personas.
El proactivo, ante un estímulo concreto
(una situación o una persona), tiene la libertad y siente la responsabilidad de
elegir sus reacciones.
Éstas pueden ser muchas y muy variadas.
La gente proactiva ejercita cuatro dones que tenemos los hombres: el
autodistanciamiento (examinamos nuestros pensamientos, estados de ánimo,
actitudes y acciones, podemos vernos desde fuera), la creatividad (salimos de
los patrones y normas establecidas para ver más allá, dando soluciones
válidas), la conciencia (distinguimos entre lo bueno y lo malo, buscando la
integridad personal) y la voluntad (independencia de la influencia externa)
Este comportamiento está enlazado con la
asertividad, que significa ser capaz de expresar mis emociones, sentimientos,
opiniones, creencias con libertad, en el momento adecuado y de una manera
correcta.
El proactivo si quiere decir NO, lo
hace. Si quiere decir SÍ, también. Si quiere pedir un favor, criticar
determinada acción o actitud, decir una palabra de aliento o de apoyo, lo hace,
y si no quiere, no lo hace. En ningún momento se siente obligado por quedar
bien, el qué dirán, las presiones emocionales, etc.
A veces nos enfrentamos a las
dificultades de la vida o del trabajo, existen personas que nos hacen chantaje
o soborno emocional, y hay situaciones que desde muy pequeños hemos evitado.
Por eso ser proactivo al cien por cien
no es fácil, diría que imposible. Creo que es posible cierto grado de
proactividad y de elección, pero como seres imperfectos, erramos y debemos
darnos ese derecho, el de equivocarnos y saber que ante ciertas cosas sí somos
reactivos y no pasa nada.
También existen vivencias que se nos
imponen aunque no queramos, personas con las que, queramos o no, tenemos que
tratar, enfermedades, desgracias personales, etc., nos queda la libertad
interior de elegir nuestra actitud ante estos acontecimientos.
Es cierto que el proactivo puede cambiar
muchas situaciones al darse cuenta de que su responsabilidad no la pierde.
Ante todas nuestras preocupaciones que
nos comen la vida, la proactividad nos ayudará a buscar la solución adecuada.
La reactividad nos inmovilizará ante ellas o nos dejará el sentimiento de que
no podemos hacer nada, sólo rendirnos.
El proactivo aumenta su influencia sobre
las preocupaciones y busca otras rutas válidas para salir del paso. Pero la
realidad es que nunca podremos llegar a anular nuestras preocupaciones. Siempre
serán más que donde podemos llegar a influir, pues nos preocupa el ozono, la
economía mundial, que nuestros hijos no vayan a determinados sitios, que se
solucione el problema de las drogas, etc. Nuestro círculo de influencia nunca
podrá abarcar el círculo de preocupación.
La vida o se fundamenta en certezas, o
naufragamos ante en vaivén de los sentimientos. Los sentimientos son buenos,
pero no deben transformarse en el anclaje de la vida. Porque hoy me siento
bien, pero quizá mañana no.
Cuando tenemos la certeza de que
queremos a alguien y esa persona también nos quiere, no importan las
dificultades que tengamos que sufrir juntos. Pero como fundamente la relación
en el sentimiento de que ahora estoy bien contigo… ¿qué pasará si mañana estoy
mal?
No está fuera de nosotros el problema,
sino que nosotros somos parte del problema, si así lo vemos, buscaremos la
solución y nuestro círculo de influencia se ampliará. El cambio se realiza de
dentro hacia fuera.
Una vez escuché una frase que me dio
muchas esperanzas ante problemas que creía difíciles: lo imposible, muchas veces, es lo que
nunca se ha intentado, creo que es muy válida.
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